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Opinión

Los dramáticos eventos por los que hemos pasado nos han confirmado la importancia política que ha adquirido el ciudadano. En realidad, hace 20 o 30 años, una repartija de cualquier tipo en el Parlamento –que se daba, por ejemplo, con reloj parado en la aprobación del Presupuesto cada año– causaba un escándalo, pero era ignorado por los parlamentarios y, al par de días, todo quedaba olvidado.

Fritz Du Bois, La opinión del director
Los dramáticos eventos por los que hemos pasado nos han confirmado la importancia política que ha adquirido el ciudadano. En realidad, hace 20 o 30 años, una repartija de cualquier tipo en el Parlamento –que se daba, por ejemplo, con reloj parado en la aprobación del Presupuesto cada año– causaba un escándalo, pero era ignorado por los parlamentarios y, al par de días, todo quedaba olvidado.

Entonces los ciudadanos vivían resignados y fueron contados con los dedos de una mano los sucesos –la estatización de la banca, la caída del régimen de Fujimori– que los movilizaron. Hoy, la opinión pública ya no está dispuesta a dejarse violar y utiliza los medios a su alcance –prensa, redes sociales, la posibilidad de revocar– para cuadrar a quienes nos están gobernando.

Por otro lado, nuestros legisladores sobrestimaron su capacidad de engañarnos al tratar de presentar una mal armada componenda como si se tratara de un gran paso. Este episodio ha desnudado a la mayoría de parlamentarios que, metidos todo el día en el Congreso negociando entre ellos, han perdido el sentido de la realidad confundiendo cargos para partidarios con interés ciudadano y creyendo que lo único que cuenta es colocar allegados.

Incluso ante la continua mención que se ha dado en los últimos días a lo sacrosanto que eran los pactos adoptados, uno se pregunta ¿cuál es la diferencia entre un ‘acuerdo político’ y una repartija? La respuesta parece ser la difusión de un audio.

En todo caso los congresistas, evidentemente, han olvidado para qué fueron elegidos por el electorado. Ojalá el impacto del rechazo ciudadano sirva para despertarlos.

Al final, este incidente debería llevar a muchos jóvenes que hoy se sienten indignados a reflexionar sobre la necesidad de entrar a la política y reemplazar a quienes hoy nos están representando. Mientras no los renovemos, seguirán siendo el pesado lastre que todos arrastramos.


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