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Opinión

Para alguien que se presentó inicialmente ante el electorado rodeado de todos los antisistema y dinosaurios, fue hasta cierto punto paradójico ver la cara de satisfacción de nuestro mandatario en Wall Street dando el campanazo.

Fritz Du Bois,La opinión del director
Para alguien que se presentó inicialmente ante el electorado rodeado de todos los antisistema y dinosaurios, fue hasta cierto punto paradójico ver la cara de satisfacción de nuestro mandatario en Wall Street dando el campanazo. Más aún, el haber sido protagonista aunque sea por algunos minutos en el templo más grande del mercado, se podría decir que fue una ceremonia de graduación en su caso.

Mientras que para los peruanos fue una señal de que finalmente se le habría despejado la recurrente confusión que hizo su última aparición a comienzos de año –con el episodio Repsol– causando gran daño, del cual aún no nos hemos recuperado. Así que confiamos en que ahora Humala dé frecuentes campanazos anunciando concesiones y destrabando proyectos de inversión para recuperar el optimismo tanto del consumidor como del empresariado.

En realidad, luego del susto que generó su intento de desviación, sumado al deterioro en los precios de los minerales que exportamos, se ha creado un manto de desánimo que parece un tanto desproporcionado. Incluso, algunos pensaron que era inevitable el colapso, otros han dejado sus planes de expansión de lado. Dicho sea de paso, la rapidez con la que el sector privado pasó de entusiasmo desenfrenado a pesimismo generalizado, merece ser estudiado, sería un reflejo de estados alterados.

En todo caso, de lo que estamos sufriendo no es de una crisis económica sino una de confianza. Si bien el gobierno parece consciente de la necesidad de enfrentarla, lo hace únicamente con innumerables anuncios diarios, prometiendo aligerar todo tipo de obstáculos burocráticos, pero sin que ningún ofrecimiento importante se haya materializado. Por lo que su estrategia no le está dando resultados.

Por otro lado, existe un serio riesgo de que el creciente pesimismo se convierta en una profecía auto cumplida y nos termine efectivamente frenando. Lo que a 13 meses de las elecciones regionales sería desastroso, ya que el tener niveles de crecimiento relativamente bajos –de 5% o menos– en un país con una población joven como el nuestro, es un voto hepático garantizado.

De esa forma podrían resultar elegidos algunos extremistas a lo Santos y ahí sí pasamos, en un solo acto, a un aterrador escenario ante la posibilidad de aterrizar, luego de la próxima elección presidencial, en la Gran Transformación, es decir el parque jurásico. Para colmo, esa potencial inestabilidad podría durar un año y medio más hasta el final de este mandato. Por lo que tendría sin duda un impacto muy negativo en la inversión y en la generación de trabajo. Por ello, habría que tratar por todos los medios de evitar que el crecimiento se siga desacelerando.

Con lo cual es claro que necesitamos tocar las campanas para despertar a ministros que creen que hablar sin parar, sin nada concreto que mostrar, genera confianza, cuando el efecto es exactamente el contrario. Así que está en manos del mandatario el seguir dando los campanazos que necesitamos.


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