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Once científicas de todos los tiempos que vencieron los prejuicios del machismo [FOTOS Y VIDEO]

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Varias de ellas consiguieron ganarse un espacio en campos dominados por el género masculino. Pero para ello tuvieron que esforzarse el doble.

Esteban Acuña

Esteban Acuña

@estebanbigotes

El reciente fallecimiento de Maryam Mirzakhani, la primera mujer en ganar la medalla Fields —el Premio Nobel de las matemáticas, en 2014— es una muestra más de la amplia presencia de las mujeres en diversos campos de la ciencia . Pero al mismo tiempo nos lleva a recordar que, antiguamente, las mujeres que se atrevían a incursionar en un campo dominado por el género masculino, lo hacían sabiendo que el acceso al conocimiento les era negado.

Hipatia de Alejandría, la primera mujer matemática de la historia, fue asesinada por fanáticos religiosos que no soportaban que una mujer, por sus propias convicciones, cuestionara la fe cristiana. Caroline Herschel, la primera mujer en descubrir un cometa, ingresó a la ciencia gracias a su hermano mayor (de lo contrario, hubiera sido prácticamente imposible).

Marie Curie, la famosa Nobel de Química y Física, solo fue aceptada como docente en La Sorbona cuando su esposo —quien dictaba clases allí— falleció. Chien-Shiung Wu, la primera dama de la Física experimental, nació en una época en que las mujeres chinas solo podían ser amas de casa. Su padre la motivó a mirar más lejos.

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Ellas y otras muchísimas mujeres más se atrevieron a incursionar en la ciencia: solo algunas consiguieron destacar, y para ello tuvieron que esforzarse el doble. Hoy, el protagonismo de las mujeres en este campo —dominado por el género masculino— es revelador e indudablemente un logro. Pero no nos engañemos.

En un artículo publicado por la revista española ‘Investigación y ciencia’, Esther Rubio Herráez, doctora en ciencias químicas y miembro del Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad de Complutense de Madrid (España), señala que las barreras que hoy presentan las mujeres ya no son tan evidentes como antes. Son “sutiles pero persistentes”, advierte.

La razón que establece es más simple de lo que pensamos. Los equipos de dirección de las instituciones y de las revistas científicas, son hombres; los jurados de becas y subvenciones, son hombres; los comités y las agencias de políticas científica, son manejadas por hombres.

Todo ello contribuye, según la autora, a que “la ciencia contemporánea sea contemplada como un campo masculino: pertenece a los hombres y oculta a las mujeres”.

Actualmente, en España, según cifras de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, las mujeres en los puestos de poder sigue siendo muy pequeña: 13% de catedráticas de universidad.

Sin ir más lejos, en el Perú de cada cuatro científicos peruanos, uno es mujer, según el Directorio Nacional de Investigadores e Innovadores. A la fecha, más de 12 mil mujeres científicas peruanas buscan oportunidades para salir adelante, pese a los obstáculos.

Ya en 1997, en la revista ‘Nature’, Christine Wennras y Agnes Wold, ambas de la Universidad de Goteborg, publicaron su famoso artículo titulado ‘Nepotism and sexism un peer-review’, donde señalan que la evaluación de las mujeres en ciencia presenta rasgos sexistas. “Ante trabajos idénticos, la calificación es más alta para los que se creen producidos por hombres”, señala Esther Rubio, y luego enumera una larga lista de ‘sutilezas persistentes’:

  • “Los artículos publicados por mujeres cuentan con menos apoyos debido a lo que los angloamericanos llaman boys clubs (‘clubs de chicos’)”.
  • “Disponen de dotaciones materiales y huamanas inferiores”.
  • “Tienden a minusvalorarse a la hora de elaborar su currículum vitae o su autoevaluación”.
  • “Tanto el trato como las relaciones son abiertamente desiguales”.
  • “En ellas, el éxito se atribuye más al esfuerzo que a sus capacidades o a factores externos como la suerte. En ellos, el éxito se supone basado en la competencia personal y los méritos propios”.
  • “En un sentido inverso, el fracaso de las mujeres se debe a la incompetencia, y el de los hombres, a la mala suerte”.

Todas estas desigualdades son poco visibles y difíciles de percibir. De hecho, tal como explica la especialista, las mujeres tienden a pensar que lo que les ocurre es a título personal, hasta que lo hablan con otras colegas; entonces descubren que no se trata de un problema individual, sino de un sistema basado en desigualdades estructurales.

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