Hubo un tiempo en que no todos los hombres eran considerados humanos. Hubo un tiempo en que los hombres eran tratados de forma distinta solo por el color de su piel. Hubo un tiempo en que la explotación del hombre por el hombre –en el nombre de Dios y de su reino– estaba permitida. Ese tiempo fue el siglo XVI y, lamentablemente, pasados cinco siglos, algunas de esas taras continúan.