Lo más obvio que podríamos decir sobre ‘Demasiada responsabilidad’, compilación de textos breves que acaba de publicar Enrique Planas (Lima, 1970), es que es un libro sobre la paternidad. Pero limitarse a definirlo así sería achatarlo, simplificarlo injustamente. Porque a pesar de sus escasas páginas y de su contenida ambición, es en realidad muchos libros a la vez.
Es meritorio ser el mejor escritor de tu generación. Más meritorio todavía cuando lo eres dentro de una promoción de autores que surgió en tiempos difíciles, pauperizados y en los que tu país se debatía entre el vacío y el relleno sanitario. Es el caso de Jaime Bedoya (Lima, 1964), quien, bajo el desenfadado título de En aparente estado de ebriedad, acaba de publicar una amplia y sustanciosa recopilación de las columnas que escribió en la revista Caretas, en El Comercio y en el blog Trigo Atómico. Apreciamos así, panorámicamente, una obra donde humor y reflexión se conjugan con pericia, frescura y por momentos con brillantez, arropados en una prosa que se impone por su propio peso. No apela nunca a retorcimientos ni a autoindulgencias: Bedoya juega limpio. A veces al filo del reglamento, pero sin conocer la tarjeta roja en las más de quinientas páginas que constituyen esta rendición de cuentas.
“Wáshington Delgado ha escrito una nota elogiosa de este libro. Sus razones tendrá. Por nuestra parte, no podemos ser condescendientes con lo que es a todas luces una masturbación mental”. (Reseña a El viejo saurio se retira. La Prensa. Febrero, 1969).
“Pequeña novela con cenizas es un libro confesional a través del cual quiero recuperar las cosas que perdí por nos afrontarlas a tiempo”, nos dice José Carlos Yrigoyen sobre el texto que marca su debut como novelista. La obra, so pretexto de explorar la vida del poeta y cineasta Pier Paolo Pasolini, termina convirtiéndose en un ajuste de cuentas con el mundo y con uno mismo, un valiente ejercicio de catarsis y perdón que muchos no nos atrevemos –aún– a hacer.