La informalidad sigue siendo el talón de Aquiles del aeródromo de Nasca. Allí, diariamente, decenas de turistas, entre nacionales y extranjeros, se juegan la vida al abordar avionetas que operan sin estar debidamente registradas o, en algunos casos, que son piloteadas por personas que no han tenido la capacitación adecuada para realizar maniobras que permitan apreciar con seguridad las enigmáticas Líneas de Nasca.