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Opinión

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El multimillonario Donald Trump ingresó en la arena política de las primarias republicanas y en lugar de hablar de sus hoteles, casinos y sus otros grandes negocios, se dedicó a arremeter contra México, calificándolo de “el basurero de los problemas de los demás”, y sin disimular su xenofobia acusó al país centroamericano de traer “drogas, crimen y violadores” a EE.UU., por lo cual planteó la construcción de un gran muro que separe totalmente la frontera entre los dos países.

Más allá de lo absurdo y racista de las declaraciones de Trump, pareciera que a ‘Rico Mac Donald’ no le han contado que para ser presidente de EE.UU. se necesita el apoyo de los hispanos, puesto que hasta el más conservador y puritano republicano, aunque sea hipócritamente, no ofende a este sector de la población, sin el cual no se pueden ganar las elecciones generales, luego de obtener la candidatura de su partido. Trump también demostró su falta de sentido común cuando dijo que el conflicto de Ucrania lo resolvería con Putin, porque cuando organizó el Miss Universo de 2013 en Rusia se entendió bien con él, “a diferencia de Obama”, como si el autócrata ruso manejara la geopolítica como concursos de belleza.

A fines del siglo XIX, esclavos negros compusieron una canción que años después se convertiría en un clásico del blues, recordando cuando los israelíes se liberaron de la esclavitud de Egipto para ingresar a la libertad en la tierra prometida y “las trompetas comenzaron a sonar/Josué gritó gloria/ Y las paredes se derrumbaron”. Hoy los hispanos y otras minorías pueden emular el canto espiritual (Gospel). “Josué peleó en la batalla de Jericó”, y cantar que las “Trumpetas” de un candidato ignorante no serán erigidas.


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