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Opinión

Los presos tienen el mismo derecho que nosotros a elegir, cada cinco años, un nuevo ladrón.

El delincuente llega hasta la ventanilla del banco y dice “buenos días”. Como no está armado ni lleva puesto un pasamontañas, la cajera no se percata de que es un asaltante y le devuelve el “buenos días” sonriendo. Lo ve tan correcto y tan bien peinado que la idea ni siquiera se le cruza por la cabeza: “¿En qué lo puedo servir?”–le pregunta con dulzura y él le contesta que necesita abrir una cuenta de ahorros en soles. “Encantada de ayudarlo, joven, ¿me permite su DNI?”. Él saca nerviosamente el documento de su billetera y se lo entrega. La diligente señorita digita el número en su ordenador y aguarda un segundo a que aparezca la información del potencial cliente ante sus ojos. La ficha que le muestra la pantalla la deja estupefacta: mira la cara del hombre, mira la foto en el computador, vuelve a mirar la cara del hombre. Se disculpa. Se pone de pie y, sin poder disimular su nerviosismo, corre a llamar al administrador. El administrador se acerca, muy enternado, saluda con parquedad: mira la cara del hombre, mira la foto en el computador, vuelve a mirar la cara del hombre, se frota el mentón, carraspea y finalmente le dice al improbable ahorrista que lo siente mucho pero que no van a poder atenderlo y le devuelve su DNI. “¿Podría saber por qué, si es tan amable?” –pregunta el muchacho, de lo más educado, mientras vuelve a guardar el documento en su billetera vacía–. “No estamos autorizados a darle más detalles, caballero”–responde, cejijunto, el gerente de la agencia– “Comuníquese con Reniec”. Mientras el ladrón se aleja, contrariado, la cajera lee los datos que le ha arrojado la pantalla, en voz muy baja, silabeando como una colegiala: “DOCUMENTO INHABILITADO. EXCLUIDO TEMPORALMENTE DEL PADRÓN ELECTORAL POR SENTENCIA CON PENA PRIVATIVA DE LA LIBERTAD”. Sus compañeras cuchichean, alarmadas. El guardia de seguridad lo escolta hacia la salida. Maldita sea. Pese a que esta vez no entró en ese banco para robar, pese a que cumplió con el íntegro de su condena y pagó eso que llaman “la deuda con la sociedad”, todos volvieron a señalarlo con el dedo, todos se dieron cuenta de que era choro. Era choro, ya no lo es. O por lo menos aún está decidido a intentarlo.

Y es así como el ex choro –llamémoslo Yhony– sale del banco y, con toda la serenidad de que es capaz, se dirige a las oficinas de Reniec dispuesto a volver a ser un ciudadano peruano con todas las de la ley. Si su DNI no vale, no existe: no va a poder trabajar en ninguna parte. Ni estudiar. Ni nada. Pero esta vez le va a meter la fe. Esta vez sí obedecerá todo lo que le digan. Esta vez sí que lo hará todo por la legal. Ya en el local de Reniec, armado de paciencia, Yohny llena la solicitud de habilitación. Le piden adjuntar la copia certificada de la Constancia de Excarcelación o Certificado de Libertad emitido por el INPE. Yohny suspira, no los tiene, los conseguirá. Le cuentan que tiene que ir al Banco de la Nación a pagar 35.30 soles por concepto de tasa de habilitación de inscripción. Yohny suspira, no los tiene, los conseguirá. Le informan además que este proceso de habilitación toma 30 días hábiles. Puta madre. Eso es un mes y medio. Un mes y medio indocumentado en que no podrá pedir trabajo ni de llenador de techo. Yohny se agarra la cabeza como si hubiera fallado un penal en arco vacío. Por si todo eso fuera poco, le advierten que, para que se inicie el trámite, primero debe pagar sus multas al Jurado Nacional de Elecciones por no haber votado. ¿Pero cómo? Tal como lo leen: multas por no haber cumplido con su deber cívico durante los cinco años que estuvo preso e impedido de votar. Mordiéndose el labio inferior para no llorar de rabia, Yohny se traslada entonces al local del JNE donde, calculadora en mano, le sacan la cuenta de sus nuevas deudas con la sociedad: “A ver, a ver: del 2010 al 2016 son dos elecciones municipales, más la primera y la segunda vuelta del 2011 y la votación de la revocatoria… todo asciende a un total de 520 soles”. ¿De dónde carajos va a sacar 520 soles una persona que acaba de salir de la cárcel con lo que tiene puesto? “País de mierda”–piensa Yohny, al escuchar semejante monto. Se jodió todo. Sabe que la única manera de conseguirlo es hacer lo que había jurado que nunca haría: volver a llamar a su antigua batería y salir de nuevo a las calles, a robar.

Esta sencilla parábola, hipócrita elector, me sirve para explicar lo inexplicable: los presos no votan. Entras a cana y todos tus derechos quedan suspendidos hasta nuevo aviso. El Perú comparte con Bolivia el deshonor de ser los únicos países de América Latina donde se priva del derecho de sufragio a todas las personas privadas de su libertad. Cierto es que los sentenciados pierden automáticamente ese derecho constitucional pero de los setenta y ocho mil ciento dieciséis presos que existen hoy en nuestro país, el 51% son procesados, es decir, ciudadanos que esperan un juicio y una sentencia que no tiene cuándo llegar. ¿Se imaginan ustedes lo interesantes, lo apetecibles que serían para los candidatos esos treinta y tantos mil peruanos encarcelados…si votaran? ¿Se dan cuenta de lo absurdo que resulta que un reo en cárcel –como Gregorio Santos– pueda ser candidato, hacer campaña y hasta participar –de cuerpo presente, esto está confirmado– en el debate presidencial, pero no pueda votar? ¿Tan difícil es instalar mesas de transeúntes o generar un “distrito penitenciario único” para que los miles de internos de los penales del Perú puedan ejercer su legítimo derecho de votar? ¿Es que acaso no lo merecen porque son todos “criminales”, en serio? ¿Sabían que un ala completa de Piedras Gordas 2 está habitada íntegramente por casos de “omisión de asistencia familiar”, es decir, por malos padres que no pasaron alimentos a sus hijos? ¿Sabían que ese es hoy el tercer tipo penal más recurrente, después de los delitos contra el patrimonio y de tráfico de drogas? ¿Han pensado que si esos padres no mantuvieron a sus niños antes, mucho menos lo harán ahora que están presos sino que, encima, los tendremos que mantener nosotros, con nuestros impuestos? ¿Incumplir tu deber de mantener a tu crío se sanciona con la suspensión de tu derecho a votar? ¿Qué tiene que ver el culo con las témporas? Por el amor de Dios, el Reniec tiene que firmar algún tipo de acuerdo con el INPE para restablecer, de una buena vez, este derecho abusivamente conculcado a miles de peruanos. La ONPE está obligada a habilitar mesas en los penales y el Jurado Nacional de Elecciones no tiene otra alternativa que dejar de cobrarles multas por no votar a personas…¡a las que el propio sistema les impide votar! ¿Un preso no es ciudadano a la hora de votar pero sí a la hora de pagar años de multas por no votar? Señores: eso que ustedes están haciendo no es otra cosa que robarles a los ladrones. Ya, pues. Hagan el favor de no intentar competir con los expertos.


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