23.NOV Sábado, 2024
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Opinión

La estrategia castrista para agarrarse países en este siglo XXI sigue la máxima leninista de descomponer el sistema político, “momento en que un puñado de revolucionarios audaces y bien organizados toman el poder”. Las salas situacionales en La Habana evalúan los obstáculos que se presentan en los países que acometen y corrigen, pero siempre manteniendo como objetivo la descomposición del sistema político para que sus alfiles puedan infiltrarse en medio del marasmo. En Bolivia, el punto de inflexión para descomponer la democracia fue el cerco de La Paz de 1999, realizado por el “Mallku”, al que luego descartaron. En adelante, crecieron las explosiones sociales distribuidas en la geografía: en zonas tradicionalmente conflictivas y donde casualmente había cooperantes cubanos. Es la teoría del foco guerrillero aplicado a la desobediencia civil. En el 2002, ganó Sánchez de Losada y Evo Morales sacó un cercano 22%, sin todavía tener el apoyo incondicional de sindicatos, indígenas ni clases medias. La ola “espontánea” de bloqueos cocaleros, de regantes, maestros y muchos otros creció exponencialmente. En el 2003, Sánchez de Losada renuncia. Sube el vicepresidente Carlos Mesa y los bolivianos, como hoy los peruanos, hicieron microanálisis político sin ver que lo letal, la estrategia de descomposición del sistema político, continuaba; se llevó a Mesa y luego al sucesor constitucional, Rodríguez Veltzé. En el 2005, todos clamaban por un antisistémico que pusiera orden, y fue Evo Morales. Seis años tardaron en este desmontaje. En el Perú, Conga cambió toda la agenda mediática de “economía exitosa” a “política-social”. Reflotaron viejos izquierdistas momificados y, desde entonces y más allá del microanálisis —precios de minerales, desaciertos o aciertos de unos y otros—, siguieron llegando cooperantes cubanos, gente para inteligencia del Estado (usan también a brasileños y venezolanos) y ha crecido la descomposición social y política: regantes, cocaleros, maestros, indígenas, etc. Sea que Humala renuncie o no, que Keiko o Alan ganen las próximas elecciones, la descomposición seguirá. La pregunta es la siguiente: ¿qué se debe hacer de esencial para revertir esta inercia dirigida que avanza exponencialmente, y salvar al Perú?


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