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Opinión

“Prefiero una ciudad sin zoológico que una ciudad cruel e indiferente con las especies silvestres”.

Hace algunos días se dio a conocer un reportaje que ponía al descubierto el deplorable estado de salud del delfín rosado que habita en el zoológico de Quistococha, en la ciudad de Iquitos. Lamentablemente no es el único caso de descuido y/o maltrato en zoológicos de nuestro país. Siempre hay una excusa distinta, como falta de presupuesto, desabastecimiento o falta de personal especializado. Lo cierto es que nada de eso justifica el maltrato y abandono a un ser vivo, ni las excusas atenúan su dolor.

En este contexto, cabe señalar que la responsabilidad no solo es de las autoridades, sino también de los ciudadanos. Desde que tengo uso de razón, muchos de los visitantes a estos recintos han hecho gala de sus peores costumbres y nula consideración por el bienestar de los seres que allí habitan. Desde tirar basura, golpear las jaulas o urnas, hacer caso omiso a los avisos y alimentar con comida chatarra a los animales, hasta lanzarles objetos contundentes “para que se despierten y diviertan a la gente”.

No obstante, para generar mayor empatía, conocimiento e identificación, y por ende respeto, entre los niños y los animales silvestres, los zoológicos deberían ser una pieza clave. Asimismo, han sido útiles para alojar a animales rescatados de circos o tráfico ilegal de especies. Sin embargo, en circunstancias como la nuestra es mejor renunciar a ello, dado nuestro fracaso como sociedad para cuidarlos con las condiciones mínimas de respeto.

Es por ello que propongo que si las autoridades competentes y los mismos ciudadanos no respetamos la integridad de los animales, ni se ha conseguido que estos estén en condiciones de infraestructura, salud y alimentación adecuadas, se inicie un plan de cierre definitivo de todos los zoológicos del país, y que al amparo de convenios interinstitucionales, se traslade a sus habitantes a refugios de vida silvestre o santuarios nacionales o extranjeros que sí ofrezcan las garantías y condiciones adecuadas. Prefiero una ciudad sin zoológico que una ciudad cruel e indiferente con las especies silvestres.

Sigamos los pasos de zoológicos de la región como el de Buenos Aires, Rocha o Paysandú, que ya cerraron sus puertas y reubicaron a todas las especies que acogían. En todos esos casos, se planea convertir dichos espacios en parques públicos o reservas ecológicas.

En el caso de nuestro país, podría seguirse esa misma línea o crear parques zonales que podrían cobrar una módica entrada para costear su mantenimiento.


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