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Opinión

“Cuatro años de data y análisis nos permiten ver las grietas que, al menos en el plano de las ideas, dividen a los peruanos”.

Alarmantes, por decir lo menos, las cifras del reciente estudio ideológico preparado por Datum para Perú21. Como podemos ver, la población ha ido girando de manera perturbadora hacia el autoritarismo. Cuando en 2014 descubrimos un espeluznante 31% de peruanos que profesaban ideas de un autoritarismo anacrónico y rancio, jamás imaginamos que en tres años nos enfrentaríamos a una población, ahora mayoritaria, de 45.8%.

Para entender la magnitud del riesgo, tengamos muy claro qué significa esto: casi la mitad de la población peruana cree que el Estado debe tomar las riendas en la mayoría de nuestras decisiones, sean económicas, políticas, de opinión, religión, sexo y demás. Esto, por supuesto, tiene una correlación en las decisiones políticas; léase, por quién votamos los peruanos. En 2006 y 2011, Ollanta Humala, entonces propulsor de estas ideas, sacó 30% y 31% de los votos. Hoy sabemos que el 36% de los autoritarios votaron por Keiko Fujimori y 25% de ellos votaron por PPK, el 25% de los liberales (que solo son el 6.4% de la población) votó por Keiko Fujimori y el 34% votó por PPK en las recientes elecciones.

Cuatro años de data y análisis nos permiten ver las grietas que, al menos en el plano de las ideas, dividen a los peruanos. Mientras casi el 46% se identifica con ideas autoritarias, tan solo un 6.4% con ideas liberales, 3.8% con ideas conservadoras y un 7.8% con ideas progresistas. Estos tres espacios tienen algo en común: favorecen las libertades en al menos un eje, sea el económico o el político/individual (los liberales en ambos).
Este es el caldo de cultivo para un Chávez, un Maduro, un Trump. Léase, un populista que nos venda el cuento del Estado como articulador de todas las soluciones, cuando ya sabemos por experiencia (reciente, encima) que no funciona.

En el largo plazo, sería ideal la presencia de un partido que reivindique los valores liberales, pero parece que nos tendremos que contentar en el corto plazo con que un autoritario (¿Goyo?, ¿Antauro?) no nos devuelva a las cavernas.


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