25.ABR Jueves, 2024
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Opinión

“Como todo mecanismo, es válido en tanto responda a una preocupación genuina y no a caprichos políticos o, peor aún, vendettas personales”.

En principio, la interpelación es una práctica regular en un sistema democrático: los representantes en el Legislativo, ante una preocupación o curiosidad, invitan a uno o más miembros del Ejecutivo a responder las razones detrás de la misma.

Como todo mecanismo, es válido en tanto responda a una preocupación genuina y no a caprichos políticos o, peor aún, vendettas personales. De igual forma, la ciudadanía entenderá cuando el recurso es utilizado razonablemente; léase, que no se abusa del mismo (y por abuso no me refiero solo a cantidad, sino, y sobre todo, al respeto mínimo que todo servidor público merece).

Dicho esto, en principio estamos de acuerdo con las interpelaciones a los ministros Vizcarra y Basombrío, y podría apostar que ambos entienden –de igual manera– que el cargo conlleva dicha práctica, y por lo tanto no deben sino acudir, ser precisos, transparentes y actuar dentro del protocolo establecido.

No me queda claro, por el contrario, si el Legislativo entiende el ejercicio en su verdadera dimensión. No puedo hablar del “fujimorismo” porque es evidente, por las adhesiones a las solicitudes, que esto va más allá de un partido (no obstante este tenga mayoría). La sensación es que se utiliza dicha práctica para verter antipatías, prejuicios y, por supuesto, aprovecharla políticamente.

El caso del ministro Vizcarra es bastante claro: se firmó una adenda al proyecto Chinchero que, si bien significaba un ahorro para el Estado, beneficiaba también a la otra parte, sin que el Estado sacara un beneficio adicional. Al menos así entiendo la crítica a la firma. El caso del ministro Basombrío, sin embargo, pareciera tener un propósito más personal que sustancial al ejercicio; se critica, hasta donde sabemos, la inacción de la Policía ante los infiltrados del Movadef en la marcha de la CGTP. Es un hecho criticable, sin duda, y el tema central (el terrorismo) no puede ser minimizado, pero tampoco es para poner en riesgo la continuidad de una gestión hasta hoy positiva.

Ojalá ambas partes encuentren cómo aportar mediante el uso de estos resortes democráticos; la ciudadanía y nuestro sistema, sin duda, lo agradecerán.


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