18.ABR Jueves, 2024
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Opinión

“Por más que los ánimos contra el ministro Saavedra estén caldeados, un mínimo sentido común debería llevar a todos los actores a relajar sus posiciones”.

“No es el momento para vendettas, así como tampoco para gestas heroicas con escenarios funestos”, decía al final de la columna de ayer. Me refería, por supuesto, a la próxima interpelación del ministro Saavedra, acordada en el Pleno el día jueves.

¿Cuáles son los escenarios? Para empezar, veamos el contexto: un gobierno entrando al quinto mes con la popularidad cayendo a un ritmo preocupante, un Legislativo con capacidad de veto, una economía retraída (la inversión privada sigue en terreno negativo), y una conflictividad social en auge (tanto en número de casos como en nivel de violencia).

Ahora, con dicho contexto, imaginemos el primer escenario: la interpelación al ministro Saavedra, fuerte y cruda por cierto, no llega a la censura. Es lo normal, pasa en todas las democracias, todos nos fortalecemos. El ministro Saavedra ya dijo que hay cosas por corregir en la Sunedu (y deberían revisar el gasto en las “consultorías”), el episodio no escala, pasamos a otras cosas.

Visualicemos el otro escenario: la censura. El fujimorismo tendrá una victoria pírrica: primero, porque quien entre al Minedu –más que seguro– tendrá pocos incentivos para negociar reformas, y segundo, porque las razones de la censura no están claras para la población. Cierto, pasará al olvido ante la primera crisis, pero quedará el registro del abuso. “No has cambiado, pelona” será el meme de la semana.

Pero para el gobierno será una estocada en la popularidad, y una que hiere al país en general. Hacer algún alarde de inmadurez, como plantear una cuestión de confianza (con la derivada del potencial cierre del Congreso), es tan ridículo e irresponsable que no perderemos el tiempo en ello. Y si la cabeza de Saavedra ya rodó (es una decisión ya tomada), pues el Ejecutivo deberá ser más frío aun en su análisis y estrategia. El odio solo limita el uso de la razón.

Por más que los ánimos contra el ministro Saavedra estén caldeados, un mínimo sentido común debería llevar a todos los actores a relajar sus posiciones y entender que la democracia se trata de consensos, de acuerdos, de negociación.


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