El Grupo Gloria, como muchas otras empresas grandes en el Perú, tiene una clara posición de dominio. Su tamaño e influencia les confiere privilegios negados para cualquier otra empresa de menor “calado”. Es decir, no se me ocurre que el Estado peruano le entregue tierras con riego asegurado gracias a subsidios al dueño del Pollos Hilton, por ejemplo. Pero a Odebrecht sí, a Gloria sí. Como quien tira la piedra y esconde la mano (y se pone a la moda), pienso: Olmos ;-).
Esto pasa porque el mercado tiene serias limitaciones en nuestro país y con el cuento de que se las arregla mejor solo, la calidad, autonomía, alcance y efectividad de la regulación y de los organismos reguladores son insuficientes. Y entonces tienes empresas que son demasiado grandes como para sancionar adecuadamente sin generar un problema social o, peor, empresas frente a las cuales tenemos un Estado Grafiti.
Si Gloria cotizara en la bolsa de Nueva York, el día de la noticia de Pura Vida en Panamá seguramente el precio de su acción se hubiera desplomado junto al valor de la empresa. Su costo de endeudamiento se hubiera disparado, le hubieran clavado un class action en EE.UU. y le costaría un mundanal de plata solucionar el “malentendido”. Pero no en el Perú: aquí los bancos le seguirán prestando plata a la misma tasa mientras mantenga gordos sus estados de cuenta vendiendo lo que sea que venda como sea que quiera llamarlo.
Los defensores del mercado libérrimo deberían recordar que estos casos no son ni pocos ni rebuscados sino más bien muchísimos y cotidianos. Y deberían recordar, también, que cuando dicen que los actores del mercado delinquen porque la regulación es deficiente; están diciendo que si te violan es por haberte puesto minifalda en vez de pantalón.
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