23.ABR Martes, 2024
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Opinión

“El siguiente taxista no dijo una palabra (siempre un plus). Me llevó sin pasarse las luces ni atropellar a nadie. (…) Cuando iba a pagar, reparé en que mi billetera se había caído en el último taxi”.

Salgo de mi casa y el primer taxista que me encuentro cierra a dos autos para tratar de recogerme. Ni me acerco. El segundo no me quiere llevar a mi destino porque dice que “no va”. El que le sigue me quiere cobrar 50% más de lo que pago normalmente, lo cual es un absurdo. El tercero me da un precio, le cuento lo que pago todos los días y acepta. En el camino se pasa una luz roja. Le llamo la atención, pero me ignora. Luego se cambia abruptamente de carril y cierra a otro conductor. Cuando este reclama, le grita un improperio y acelera para ganarle a la luz ámbar. No puede seguir avanzando porque otros como él le ganaron el vivo en la transversal. Refunfuña parado en el cruce peatonal y encima le dice a la gente que lo mira feo que se dé la vuelta, que no jodan. Agarro mis chivas y me bajo. “Oiga, ¿no me va a pagar?”. “¡En cinco cuadras ha cometido todas las faltas del reglamento de tránsito, agradezca que no lo denuncio!”. El tipo se baja y camina hacia mí. Cambia la luz, sigue caminando hacia mí. Me detengo, lo espero. -¿Qué?
-Ya pes aunque sean dos luquitas dame.

No le di nada y tomé otro taxi.

El siguiente taxista no dijo una palabra (siempre un plus). Me llevó sin pasarse las luces ni atropellar a nadie. Pagué, me bajé y fui por un café dado que aún era temprano. Cuando iba a pagar, reparé en que mi billetera se había caído en el último taxi. Entré a mi reunión luego de llamar a cancelar todas mis tarjetas. Lo que más me jodía eran las fotos de mis hijos y mis documentos.

Cuando llegué a mi casa, mi billetera esperaba. Póngale nombre a la historia.


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