Sociólogo y Comunicador
En nuestra vida hacemos muchas cosas: comemos, bailamos, compramos, cocinamos, votamos, amamos, navegamos, chateamos o marchamos por nuestros derechos en las calles, etcétera. Cada una de estas actividades se realiza al mismo tiempo en varias dimensiones: simbólica, política, biológica, económica y, otra vez, etcétera. Sabemos que mientras más interdisciplinarios son nuestros ejercicios, es decir, mientras más dialogamos con los lenguajes que constituyen simultáneamente nuestra realidad, más opciones tenemos de hacer nuevas y mejores preguntas. Ejemplos hay muchos en el mundo, pero no son comunes en nuestras tierras. Pienso en el finlandés Pekka Himanen –que navega entre la tecnología, la educación y la filosofía– o en el norteamericano Richard Sennett –que hace lo propio entre la historia, la sociología y la literatura–. Dos autores realmente estimulantes. Esta semana tuvimos las conferencias sobre insights e innovación en mercadotecnia (IIeX 2016) organizadas por la Asociación de Anunciantes (ANDA) y la Asociación Peruana de Empresas de Investigación de Mercados (Apeim). Se presentaron ponencias de diverso alcance y calibre. Fue interesante tener acceso a esa profusa variedad de motivaciones, desde las inquietudes conceptuales que tensaban el ambiente entre la sicología, la antropología y el marketing; hasta las divagaciones metodológicas y tecnológicas que ponían a prueba la pertenencia del negocio de la investigación aplicada y hasta su propia vigencia. Un evento donde esta variedad ponía en riesgo, inclusive y felizmente, la comunicación entre los participantes.
Esta vitalidad profesional se desenvuelve, sin embargo, en un entorno poco favorable. Cada vez que hay elecciones no faltan políticos y seguidores que despotrican contra las encuestadoras porque están seguros de que no son consistentes o, peor aun, de que manipulan las cifras a favor de otros intereses (aunque al final suelen acertar con precisión matemática). Asimismo, es frecuente encontrarse con gerentes generales o comerciales o de relaciones públicas, que desprecian la investigación porque están seguros de que les basta su voluntarismo o su vasta experiencia para tomar decisiones estratégicas. La verdad es que se equivocan bastante y, entonces, suceden una tras otra las crisis o los fracasos. Pero de esa sordera casi no se habla.
Por supuesto que existen analistas poco solventes pero eso no descalifica a una comunidad de profesionales que trabajan duro (y publican poco) para comprender a una sociedad cada vez más líquida y dinámica. En estos días pudimos seguir algunas experiencias de lo que se viene haciendo en el mundo, y en la región especialmente, para comprender a los ciudadanos desde esa experiencia multidimensional que es la producción y reproducción de la vida. Entender a las personas y a los grupos sociales desde el mercado nos ofrece una oportunidad que, en sociedades poco entregadas al diálogo como la nuestra, no deberíamos menospreciar.
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