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Opinión

La economía y la política en Brasil van por caminos separados. En la primera, las perspectivas son buenas; en la segunda, el diagnóstico es reservado.

Temer está acertando en lo económico, la selección del equipo económico fue bienvenida y sus primeras medidas han sido aceptadas por los agentes económicos. Un acierto especial ha sido su decisión de reducir 59% del déficit público, retirando fondos del BNDES, es decir, afectando el subsidio financiero a las grandes empresas y aminorando el costo social del ajuste fiscal.

En la política, la situación es muy incierta. El ‘impeachment’ puede durar 180 días y si al final de ese tiempo el PT logra recuperar dos de los 55 votos pro-impeachment del Senado, Dilma regresa. El problema es que nadie sabe cómo va a estar la política brasileña de acá a 30 días. La consecuencia es que la bolsa sigue cayendo y el dólar sigue subiendo.

Los últimos audios difundidos complican la situación de Lula y de otros políticos importantes, incluido el presidente del Senado Renan Calheiros. El consenso nacional es que Lava Jato siga adelante, pero en Brasilia hay mucha gente a la que le gustaría bloquear su avance.

Sucede que las coaliciones de campaña no son iguales a las coaliciones de gobierno, y la prioridad de Temer ha sido armar un gobierno viable. Consecuencia: la coalición que aprobó el ‘impeachment’, tres semanas atrás, ya no está tan articulada.

El Partido de los Trabajadores sigue en su lucha por regresar al gobierno y si lo lograra, la crisis brasileña se ahondaría enormemente.


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