25.ABR Jueves, 2024
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Opinión

El impeachment ya está en el Senado, en diez días será decidida su admisión, y la oposición ya cuenta con los votos necesarios. Hasta el gobierno considera inevitable que en mayo Dilma Rousseff sea suspendida, y que Michel Temer asuma como presidente interino de Brasil.

Mientras intenta bloquear el proceso, Dilma está tomando las últimas medidas de gobierno, firmando decretos, aprobando gastos, destruyendo documentación, e intentando sin mucho éxito una salida ordenada. En los medios, el Partido de los Trabajadores (PT) y Lula insisten que el impeachment es golpe, y movilizan sus organizaciones (sindicatos, sin-tierra, sin-techo y estudiantes), pero sin mayor efecto político. El final de la era del PT está siendo decepcionante y vergonzoso.

Temer ya está armando su ministerio con una coalición amplia, mientras prepara un paquete de ajuste fiscal y legal. La Bolsa de Valores está subiendo, el dólar está bajando y el ambiente social y económico es expectante.

La investigación Castillo de Arena sobre presuntos actos de corrupción de la constructora Camargo Corrêa, que involucraba a Temer, ha concluido sin encontrar pruebas de corrupción.

Michel Temer tiene un camino jurídicamente despejado. El problema es que Temer fue elegido junto con Dilma y Lava Jato está investigando las elecciones. Si la Corte Suprema encuentra que Rousseff usó dinero del Petrolão, las elecciones se anularían y el gobierno de Temer terminaría abruptamente. Las perspectivas políticas y económicas del país son promisorias, pero el desenlace no está aún claro.


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