24.ABR Miércoles, 2024
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Opinión

El nuevo gabinete ministerial parece proyectar esperanza respecto a mejores formas de hacer políticas públicas. Sin embargo, su mayor virtud puede ser también su mayor amenaza: se trata de un equipo de tecnócratas.

El gran desafío de los nuevos ministros y de sus equipos es que puedan generar un balance equilibrado entre visión política y gestión pública en términos prácticos. La visión política es el marco que orienta el proceso de toma de decisiones en las políticas y la que le da sentido a lo que se busca transformar.

La persona que implemente políticas públicas debe tener la visión de transformar. El exceso de visión política sin una adecuada estructuración de cómo es que se va a llevar a cabo la implementación de lo imaginado puede generar caos e ineficiencia.

Para asegurar que los objetivos trazados se puedan implementar con éxito, se debe diseñar una serie de procedimientos que le dé un orden a la etapa de implementación. Sin embargo, el exceso de diseños procedimentales y marcos normativos se convierte en burocracia inútil que termina por paralizar resultados.

Entonces, la visión o tener un gran sueño (“I have a dream”) no basta. Hace falta que lo implementemos y que lo implementemos bien y, para ello, debemos “sudar los detalles”, pero sin el riesgo de convertirnos en mecanicistas sin alma.

Los grandes transformadores de la sociedad, más que soñadores, han sido grandes hacedores, pero siempre con una visión en mente, teniendo un objetivo en el horizonte y con la suficiente empatía para conectar su visión con la de los demás.

El desafío de este nuevo gabinete está entonces en empezar a soñar con transformar y, para ello, el primer paso es conectar con la gente. Eso es visión política y lo que empieza a movilizar el engranaje de la esfera pública.


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