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Opinión

Nuestro Congreso muy pocas veces nos da buenas noticias. La semana pasada ocurrió. Fue aprobado el proyecto de ley que tenía como propósito impedir que personas condenadas por delitos de violencia sexual gocen de beneficios penitenciarios. Aunque no lo crean, hasta hace pocos días, esos seres miserables gozaban de las prerrogativas que otorga nuestra ley penal y que solo se encontraban vetados para delitos vinculados a crimen organizado.

Lo indignante es que 15 fujimoristas y uno de Alianza para el Progreso votaron en contra de esta iniciativa, plantando así una posición a favor de los agresores sexuales. ¿Cuál fue el argumento de muchos de ellos? Que el proyecto de ley contenía la palabra género. Así de infantil e incomprensible. O sea, prefieren que los violadores sigan pululando en nuestras calles a que se incorpore un término amparado en tratados internacionales de derechos humanos. ¿Quiénes hacen del género una ideología —y fundamentalista— entonces?


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