18.ABR Jueves, 2024
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Opinión

@fdocaceres

Hace unos años, un limeño propietario de un terreno en Cusco quiso construir su casa. Había un pequeño problema: por el medio de su terreno pasaban comuneros que llevaban a pastar su ganado. Los pedidos de usar otro camino fueron infructuosos: los comuneros creían, sin razón, que de alguna manera el cambio los iba a perjudicar. El limeño construyó un nuevo camino en un extremo de su terreno, e inscribió una servidumbre a favor de la comunidad. En unos meses, logró su ‘licencia social’.

Más allá de diferencias históricas que potencian la desconfianza de los comuneros, los citadinos no somos muy diferentes. Los cambios nos generan miedo, y si no se nos genera confianza en que no nos veremos perjudicados, nos oponemos. Les pasa a los vecinos de ciudades andinas frente a una nueva inversión minera, y les pasa a los limeños frente a la instalación de antenas de telecomunicaciones. Solo en la última semana, vecinos de La Victoria, Villa y La Molina se han opuesto a nuevas antenas.

La cuestión es quién debería encargarse de generar esta confianza: ¿el gobierno, las operadoras, los médicos, las ONG? La gente no necesita entender exactamente qué es una radiación no ionizante, sino creer en la palabra de alguien que les genere confianza. El gobierno pasado hizo una buena campaña en medios, #antenasbuenaonda, que logró sensibilizar a parte de la población. La desconfianza, sin embargo, persiste. Hace falta que el Ministerio de Transportes y Comunicaciones tome el liderazgo.

A nivel de barreras burocráticas, como muestran los ránkings de Contribuyentes por Respeto, tenemos en Lima desde municipalidades facilitadoras hasta obstruccionistas. Lo cierto es que los alcaldes son humanos, y su actitud refleja la confianza o desconfianza de sus vecinos. Llevemos #antenasbuenaonda a ámbitos municipales. La conectividad incluso salva vidas.


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