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Opinión

“Nosotros criaremos a nuestros hijos sin odio en su corazón y eso es lo mejor que podemos hacer por ellos, volverlos ciudadanos compasivos y justos”.

El otro día, mi hija de seis años me preguntó si ya se le iban a caer los dientes. Ella estaba preocupada, pues no sabía si le iba a gustar verse así y tenía miedo de que alguien la moleste. Le explicamos que todos pasamos por eso y que no tiene nada de que preocuparse. Pero, ¿qué pasa si el miedo no es por un diente caído, sino por el color de su piel, por alguna discapacidad física o quizá por su identidad de género? ¿Se imaginan el miedo que un niño o adolescente puede sentir al saberse diferente? ¿Por qué algunas personas se niegan a que nos enseñen –desde pequeños– que no debemos discriminar ni fastidiar a nadie? ¿Por qué no quieren darnos las herramientas para defendernos cuando algo así pase?

El anuncio del Ministerio de Educación de que el Nuevo Currículo Nacional se aplicará sí o sí desde el inicio del año escolar, así como el apoyo del gobierno en pleno, es una excelente decisión que cambiará nuestro país para mejor. Las nuevas generaciones serán ciudadanos más empáticos, respetarán la diversidad, trabajarán por el bien común y, como dijo la ministra de Salud, serán parte de la revolución social. Una revolución necesaria y profunda, pues trata de nuestros valores personales y como sociedad.

El año pasado, un niño le dijo a mi hija que las mujeres eran “menos” que los hombres. Ella lo encaró y dijo que no era cierto. El niño insistió usando otros argumentos que había escuchado en su entorno. Ella rebatió y su conclusión fue: “Fulanito no sabe”. Este es un ejemplo concreto de por qué debemos enseñar sobre igualdad de género y de oportunidades. La buena noticia es que los niños criados en familias machistas y discriminadoras ahora tienen que enfrentarse con sus pares, criados en familias igualitarias y diversas, dejando menos espacio a la imposición de ideas y más espacio a la tolerancia y respeto.

Lo que no termino de entender es por qué algunas personas usan la religión, que está basada en el amor, para promover el odio. Tampoco entiendo por qué les cuesta tanto pedir la investigación y sanción de líderes religiosos pederastas y por qué no estarían dispuestos a evitar casos de abusos en los colegios. No comprendo cómo pueden decir que quieren a sus hijos cuando no los están protegiendo. Nosotros criaremos a nuestros hijos sin odio en su corazón y eso es lo mejor que podemos hacer por ellos, volverlos ciudadanos compasivos y justos pero, sobre todo, garantizando que sean felices. Este 8 de marzo participen en la Marcha por la Igualdad de Género para que tus hijos y los míos tengan un futuro de amor y no uno de odio.


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