25.ABR Jueves, 2024
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Opinión

¿Cuán diferentes son? El primero defiende a la sociedad y el segundo la ataca, ninguno forma parte de los grupos que tradicionalmente se ocupan de uno y otro papel, y ambos lo hacen desde una originalidad incuestionable y una eficiencia implacable.

¿Son caras de la misma moneda? Ambos enrostran a la colectividad su irremediable mediocridad. Pero desde el sótano: el Guasón es inconcebible dentro de la Cosa Nostra y nadie imagina a Batman en el Ministerio del Interior. A Batman lo necesitan cuando el sistema se atraca ante la maldad creativa. La imagen del murciélago en el cielo es una confesión de impotencia, SOS a fuerzas amorales, subterráneas y ociosas —el Caballero de la Noche no deja de ser un vago— para que se pongan, por un momento, al servicio del orden.

La ley no tiene que ver en el asunto. Tampoco el dinero. Ni el amor. Ni la bondad. El Guasón y Batman están motivados por la venganza: uno quiere vengar al padre y el otro vengarse de él.

Pasado el susto, una vez que el Guasón se ha retirado a donde quiera que lamenta no poder dejar de sonreír, y aunque nadie lo diga abiertamente —no se atreverían—, la idea es que el enmascarado regrese a su cueva y deje tranquilos a todo el resto en sus transacciones y negocios.

El Guasón regresará para mostrarnos —¡horror de horrores!— que en ciertas circunstancias no somos distintos de él, y Batman para asumir justamente esa parte de nosotros, y salvarnos, a través de proezas, contrariamente a las de Superman, humanas, de la desagradable experiencia de mirarnos en el espejo.

Batman y el Guasón somos nosotros cuando nuestros emprendimientos se convierten en venganzas súper eficientes desprovistas de consideraciones morales.


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