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Hoy en día es más fácil 'poner las manos al fuego' por alguien

En la Edad Media había personas que —literalmente— se quemaban las extremidades para demostrar que decían la verdad.

Mauricio Mulder señaló que pondría las manos al fuego por Alan García (Composición)
Mauricio Mulder señaló que pondría las manos al fuego por Alan García (Composición)
Diego Pereira

Diego Pereira

@acunerme

Esta semana, tras las nuevas revelaciones en el caso Odebrecht, Mauricio Mulder dijo que pondría las manos al fuego por Alan García. En respuesta, su colega Jorge del Castillo dijo que prefería no pasar por esa experiencia y Carlos Bruce le preguntó si es que por casualidad era resistente a las llamas.

Enrique Cornejo —también del Apra— dijo que solo pondría sus manos al fuego por él mismo. El congresista oficialista Gino Costa se sumó al uso de la frase pero puso un condicional: él sí se manda a hacerlo por PPK… a menos que exista evidencia en su contra.

(Por cierto, nadie puso las manos al fuego por Alejandro Toledo).

En esta redacción nos llama la atención el uso tan libre de la frase y nos preguntamos si es que quizás nuestros políticos —y también los lectores— saben qué significa ‘poner las manos al fuego’ en defensa de alguien o algo.

Si, en algún momento no fue sólo una expresión, sin embargo…

Alguna vez fue literal


‘Poner las manos al fuego’ es una frase hecha. Es decir, tiene un significado convencional y se reproduce siempre de la misma manera sin alterar el orden las palabras ni cambiándolas.

Pero no siempre fue así.

Una de las primeras personas —cuenta la leyenda mezclada con historia— que literalmente metió sus manos al fuego, fue el patricio Cayo Mucio Escévola tras fracasar en su intento de matar a Lars Porsena, rey de Clusium, quien en ese entonces representaba una amenaza para la recién instaurada República romana a finales del siglo VI.

Luego de ser apresado y conducido ante el rey, Mucio metió la mano sobre un brasero a manera de castigo por su error y también ofreciendo un sacrificio para lograr su real propósito. Según el historiador romano Tito Livio, Porsena quedó tan impresionado que lo puso en libertad.

Aquí la pintura de Giovanni Romanelli representando cómo Mucio puso las manos al fuego (por si mismo):

Institucionalizar la práctica


Lo malo es que Mucio no fue el último en darle una bronceada extrema a las extremidades. De hecho, la práctica se hizo común durante la Edad Media en Europa y duró más tiempo del que debió.

En esos años oscuros de nuestra historia se practicaban ‘ordalías’ (del inglés ‘ordeal’), también llamados ‘juicios de Dios’. La idea era sencilla: para saber si alguien era culpable o inocente se le sometía a un castigo físico y si la verdad estaba de tu lado entonces el Señor Todopoderoso te iba a ayudar a no sentir nada.

Entonces, tenías a un montón de personas intentando defenderse de acusaciones sujetando hierros candentes, introduciendo las manos en hogueras y también caminando sobre brasas.

Por supuesto, estas literales ‘pruebas de fuego’ —otra frase hecha que apareció en la época— no eran las únicas maneras: también había castigos con agua y aquellos a los que obligaron a estar sumergidos largo tiempo sumergidos lo saben.

Claro, la idea de someterse al ‘juicio de Dios’ ha existido desde tiempos inmemoriables. Los hebreos ya tenían pruebas que apuntaban a demostrar que su dios estaba del lado de los justos, por otra parte —cuenta Héctor Zimmerman— en el antiguo código hindú también se lee: “Aquel a quien la llama no queme debe ser creído”.

Parece que desde sus inicios la humanidad tuvo una obsesión con probar la verdad de maneras extremas, pero fue entre los siglos X y XII que el fuego se popularizó como una manera de llegar a ella.

Tostarse las manos estaba tan institucionalizado que incluso el monje Pedro Bartolomé puso sus manos al fuego —de forma literal, insisto— para defender la veracidad de su descubrimiento de la Lanza Sagrada (la que ultimó a Jesús en la cruz). Eso ocurrió el 8 de abril de 1099, Bartolomé murió 12 días después producto de las heridas.

Las leyes anglosajones incluso establecieron la candidad de pasos que se debe dar con el hierro ardiente en las manos e incluso cuánto debería pesar. Si no morías en ese momento o días despues, eras proclamado inocente.

Es solo una frase


Ahora, con las manos libres de quemaduras, las personas —y los políticos peruanos con especial énfasis— usan la frase para responder por la veracidad de alguna afirmación.

Cuando se defiende a alguien poniendo ‘las manos al fuego’ se da a entender que la persona está más allá de toda sospecha. Pero si volviéramos al significado literal, ¿cuántos se mandarían?


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Historia