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La vida después del divorcio

El matrimonio, según las estadísticas, no dura para siempre. ¿Cómo enfrentar la ruptura de una unión que supuestamente era eterna?

Terminar tu matrimonio no significa el fin del mundo. (USI)
Terminar tu matrimonio no significa el fin del mundo. (USI)

“Fue mi apocalipsis personal”, dice Gloria (37). “Me divorcié a los 34 años. Me casé joven, a los 24, y pensé que estaría con mi esposo hasta ser viejitos. Las cosas no salieron como queríamos y, bueno, tuvimos que tomar esa dura decisión. Fue doloroso, me sentía una fracasada”, añade.

“La mayoría no se casa pensando en que se va a divorciar”, cuenta Martín (47). “Me casé enamorado, pero, a los cinco años de matrimonio, el amor se terminó. Nos peleábamos mucho, nuestra vida sexual era mala, ya no nos respetábamos. La magia murió”.

“Estar juntos hasta que la muerte nos separe es la meta de todo matrimonio, ¿no?”, afirma Nataly (40). “Sin embargo, hay situaciones que impiden lograr eso. En mi caso, me divorcié porque mi esposo me era infiel. No fue una aventura, sino tres años de relación con otra mujer, como él mismo confesó. Si ocurre algo así, no hay manera de reconciliarse”.

TRAS EL IMPACTO
“Si me preguntan cuándo estuve lo más cerca posible a la muerte, la respuesta sería la emergencia médica que tuve hace tiempo: la luz azul, la ambulancia… pero la respuesta verdadera sería la noche en que mi esposo me dijo que ya no me amaba”, escribió la periodista británica Andrea Gillies en el diario The Guardian.

El testimonio de Gillies, como el de las demás fuentes mencionadas, es triste, descarnado, honesto. No obstante, el dolor producido por una experiencia así es solo una fase del gran proceso que implica recomponer una vida después del divorcio.
¿Es posible? Por supuesto. “Después de varios meses de dolor y lágrimas, decidí poner en orden mis emociones. El duelo es necesario, ojo, como también lo es mirar hacia adelante. Tres años después, estoy sola y tranquila, dispuesta a volver a amar”.

“El divorcio mata todas tus certezas”, cuenta Martín. “Certezas sobre el amor, el destino, la justicia. Todo se derrumba. Tienes que reconstruirte y armar una filosofía de vida basada en lo aprendido. Después de mi divorcio, conocí a una mujer muy especial que me ayudó a creer de nuevo”.

“Hay momentos en los que veo las fotos de mi boda. ¡Parecía tan feliz! Cuando me divorcié, sentí que jamás podría ser feliz de nuevo, pero apareció un caballero que me convenció de lo contrario. Fue paciente, atento, cariñoso. Supo entender mi experiencia y comprender que estar lista para volver a amar me tomaría tiempo. Él también había pasado por lo mismo, así que conocernos y estar juntos fue una gran coincidencia”.

Gillies, por su parte, sufrió para superar la pérdida y ponerse nuevamente en el mercado del romance. “Fundamentalmente, sin importar qué promesas hagamos, la verdad es que el presente es todo lo que tenemos”, concluye la autora. A seguir adelante.

Según un estudio del Instituto Familia, la infidelidad es la primera causa de divorcios en el Perú. La segunda causa, “diferencias irreconciliables”.

El divorcio debería ser el último recurso. Muchas veces, las parejas que creen que no hay nada por recuperar pueden corregir el rumbo de la relación. La terapia puede servir.


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