01.JUL Lunes, 2024
Lima
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Rodrigo Castillo y Alexandra Alvites, los nuevos prodigios del Conservatorio

Llevan la música en las venas, pero su perseverancia los ha llevado a convertirse en jóvenes músicos que destacan.

Conoce a Rodrigo y Alexandra, los nuevos prodigios del Conservatorio. (Martín Pauca)
Conoce a Rodrigo y Alexandra, los nuevos prodigios del Conservatorio. (Martín Pauca)

Cuando Alexandra comenzó sus clases de clarinete a los 7 años en el Conservatorio Nacional en Lima, vivía en Chorrillos y algunas veces llegaba tarde. Su maestra no la dejaba ingresar por tardanzas.

“Está claro; de la puerta para dentro somos profesora y alumna, y fuera somos madre e hija”, le decía su progenitora y maestra del Conservatorio. Los padres de Alexandra, ambos clarinetistas, se conocieron en la Sinfónica luchando por un cupo para el puesto del clarinetista más importante en el grupo.

Su madre fue precisamente la que la preparó para postular al Conservatorio. A escondidas de su padre le dio las lecciones que debía aprender si quería obtener un cupo. Mientras su padre se encontraba fuera de casa o simplemente salía de compras, la pequeña Alexandra aprovechaba para practicar hasta que un día su padre se enteró.

Al leer, como todos los profesores de Conservatorio, la lista de alumnos que ingresaron, se encontró con el nombre de su hija. Desde pequeña Alexandra iba a los ensayos de la Sinfónica y casi fue una costumbre escuchar sonidos de música clásica en su niñez. Alexandra quiere ser música profesional y luego de eso empezar su segunda carrera, Medicina. Es obvio que la música le viene de familia, pero la perseverancia es algo que ella lleva por su cuenta.

Rodrigo Castillo tiene 13 años y lleva tres en el Conservatorio Nacional de Música. Recuerda cuando sus papás le ponían música de Vivaldi para su estimulación temprana cuando él solo tenía 2 años.

Aún tiene grabadas en la mente esas sesiones infantiles de música. Su padre era pianista en la sinfónica de la Policía y le enseñó sus primeras notas. A casa de Rodrigo siempre llegaban amigos músicos de su papá y él se quedaba maravillado. Por la sala de su casa, en el Rímac, desfilaron muchos instrumentos, aunque el que más le llamó la atención fue el violín.

“Tenía una forma hermosa. Después me di cuenta de que su sonido era mejor”, cuenta con la voz de quien expresa una gran emoción. Le gustaba la complejidad. “Mientras haya más dificultad es mejor, así aprendo más”. Practica dos horas al día y su nota mínima en el Conservatorio es 19. No recuerda cuántos premios ha ganado, pero recuerda muy bien su primer premio, para ser solista en la orquesta juvenil del Ministerio de Educación. Tras dos días de selección Rodrigo se convirtió en el nuevo solista con menos de 13 años.



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