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Sexo.21: ¿Quién fue el candidato que más nos sedujo?

Cada país cuenta con sus propios cánones estéticos y lenguaje gestual relacionado a la seducción.

En estas elecciones 2016, ha habido un reñido duelo final ante las urnas entre un candidato septuagenario de aspecto anglosajón y una señora madura de origen asiático, y podría decirse que los candidatos más seductores por imagen se han quedado atrás, pero también es cierto que los más chocarreros y desentendidos de su imagen fueron los primeros en caer. Examinemos el look de los políticos peruanos en esta reciente carrera por la presidencia.

No deja de ser significativo que la caída en picada de Alan García y su impopular Alianza Popular coincida con su decadencia física. De entre los demás candidatos que fueron eliminados en la primera vuelta, imposible no destacar asimismo por su singular carta de presentación estética a dos de ellos: Alfredo Barnechea de Acción Popular y Verónika Mendoza del Frente Amplio. Yo he sido testigo sorprendido de un par de ciudadanas miraflorinas declarando frente al televisor su “amor” por Barnechea, cuyo porte de gentleman perteneciente a la élite económica ha podido terminar jugando en su contra: esa atildada facha de intelectual pituco acostumbrado a salones exquisitos y a melodías de Julio Iglesias (“Soy un truhán, soy un señor” hubiese sido un bonito lema de campaña), incluso cierto aire de despiste o de no desear mezclarse demasiado con la clase baja han sido un obstáculo que le costará mucho salvar y que probablemente pese más que la atracción estética despertada en el electorado o la solidez de sus propuestas.

UN ARMA DE DOBLE FILO
Sin duda, las mujeres políticas sufren mucha mayor presión sobre su apariencia que los varones: un candidato masculino puede proyectar una imagen atractiva sin miedo a que se convierta en un arma contra él, a que lo tachen de superficial o coqueto. Una candidata debe ir con suma cautela en su aspecto público, porque cualquier reportaje fotográfico en una revista dominical o de moda puede, lamentablemente, llevarla a ser juzgada como frívola por la ciudadanía. El machismo todavía ejerce su influencia en el trazado de una carrera política.

Por ello, la austeridad supone, a veces, la mejor opción, como la adoptada en todo momento por la lideresa del Frente Amplio, Verónika Mendoza, quizá la más articulada de todos los candidatos. Guapa de un modo muy natural y peruano, con su melena lacia suelta o recogida y alejada de artificios extranjerizantes, ha proyectado una imagen de seriedad desentendida de su aspecto físico o de la preocupación estética: su “uniforme” público ha sido casi siempre una blusita o polito sencillo de color fucsia y elementales pantalones o jeans. Ello la beneficia ante su votante natural, las masas de izquierdas, siempre más críticas con las concesiones a apariencias consideradas tradicionalmente como “formales” por las convenciones conservadoras.

LA GRAN FINAL
La pinta anglosajona de Pedro Pablo Kuczynski ha jugado mayormente en su contra: no solo se le ha acusado a veces de no ser un peruano puro, sino que, en lugar de juzgarse un factor de mérito a su favor, su doble nacionalidad ha sido objeto de crítica xenófoba. Obviamente, a un hombre de casi 80 años no se le puede exigir un aplomo de galán seductor, pero a cambio de su debilidad oral y su aparente desgano inicial por abrazar la carrera presidencial, finalmente ha jugado todas sus cartas a transmitir cercanía y simpatía al elector de a pie. También se ha rodeado bien, con dos personas que proyectan solvencia y “diversidad” nacional para las vicepresidencias: el eficaz Martín Vizcarra y la luminosa Mercedes Aráoz.

En cuanto a Keiko Fujimori, su carta visual ha consistido en apostar por una estética cálida y “transparente” (siempre vestida con blusas, chaquetas y polos blancos o naranjas, color oficial de su partido), pero cuidándose de rodearse en todo momento de peruanos de estrato humilde en las fotos de esos mítines por todo el país, que le han hecho heredar su apoyo de base, para comunicar la idea de que “el pueblo está con ella”. A destacar su fotografía de campaña, francamente favorecedora. El corte occidental de su indumentaria en los debates presidenciales también es digno de mención.

DATOS

  • Los candidatos guapos siempre se llevan más votos en democracias tiernas: Adolfo Suárez y Felipe González arrasaron en España tras el franquismo, igual que aquí Alan García (cuando lo era…).

  • Quienes creen que no importa la apariencia del político, recuerden el debate Nixon-Kennedy de 1960: los telespectadores dieron por ganador al segundo y los radioyentes al primero…
  • Según unos estudios divulgados por The New York Times, la apariencia de los candidatos sí puede tener mayor influencia en el voto ciudadano de lo que se piensa, de un modo subliminal.

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