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'Tigresa del Oriente se desnuda y es un ejemplo para todos', por Hernán Migoya

No te pierdas la opinión del columnista de Perú21 a raíz del ‘destape’ de la ‘Reina del YouTube’ a sus 60 años para la revista SoHo Colombia.

'Tigresa del Oriente se desnuda y es un ejemplo para todos', la opinión de Hernán Migoya. (Perú21)
'Tigresa del Oriente se desnuda y es un ejemplo para todos', la opinión de Hernán Migoya. (Perú21)

Pese a quien pese, la Tigresa del Oriente es un ícono del Perú para el mundo, y estos días hay que congratularse más que nunca.

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A sus 60 años, su decisión de posar desnuda para una de esas mal llamadas “revistas masculinas” supone un hito mediático con el que vence en osadía a las estrellas internacionales más transgresoras, adelantándose tres lustros a Madonna y además superándola de cuerpo presente no sólo en edad, sino también en belleza y poderío: ya querrá Madonna estar tan atractiva y entera a los 70.

Como buena artista moderna, la Tigresa del Oriente cumple además uno de los axiomas del pop universal: lo de menos es la música. Su imagen y todo lo que conlleva culturalmente es lo que trascenderá (aunque ella aún tiene cuerda ¿vocal? para rato).


Con su “nude pictorial”, Judith Bustos realiza un valiente gesto público que transgrede todas las normas del erotismo heteronormativo: solamente el retrógrada machismo y el feminismo fundamentalista han coincidido en rechazar y burlarse de sus imágenes, acusándolas de vulgares y grotescas, sin comprender que están siendo reaccionarios de gustos y estrechos de miras, y que precisamente gracias a su proeza, la Tigresa del Oriente ha hecho estallar en pedazos el estándar de las revistas para hombres.

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Una mujer puede ser hermosa a los 70 años, por descontado: pero aún más importante, puede SENTIRSE hermosa y realizada sensualmente, sin dejar nunca de ser ella misma. La Tigresa es el triunfo del paganismo amazónico, de la naturalidad selvática, de la belleza autóctona.

Con su exposición “en pañales” al mundo, la Tigresa del Oriente está animando a todas las mujeres de edad avanzada a exteriorizar su sexualidad, alejándose de los roles pasivos y asexuados a los que la sociedad suele condenar obligatoriamente la senectud.

Comprendo perfectamente a su enamorado de 25 años: buen provecho a los dos. Judith está viviendo su esplendor sensorial en el período vivencial que los poderes mediáticos identifican usualmente con la decadencia física. No es poca cosa lo que ha logrado.

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Personalmente, creo que el photoshop de la sesión ha hecho más mal que bien a la belleza de la Tigresa del Oriente (sus fotos más naturales son siempre las mejores), pero queda claro que su poto no necesita ningún “potoshop” y que sus pechos siguen siendo más firmes que los de muchas veinteañeras. Lo cual, en el fondo, no es relevante.

Con intromisión digital o sin ella, lo importante es que su figura incumple con descaro el canon de erotismo que exigen los consumidores habituales de revistas como SoHo… y de la discreción que los sectores conservadores exigen a la tercera edad.


¡La Tigresa del Oriente está además proclamando sin saberlo un alegato rigurosamente fiel a las premisas del “post-porno” más vanguardista!: ir contra la corriente y las rígidas reglas de lo que la sociedad de consumo nos quiere vender como atractivo, sexy y erótico; es decir, ella sola atenta contra la extendida falsa premisa de que solo la juventud es bella.

La frivolidad es un espacio necesario para que una cultura siga viva y aportando nuevos enfoques y relecturas desde su propia tradición: en 1962, cuando el espía encarnado por Patrick McNee en la mítica serie británica Los Vengadores exclamaba con júbilo “¡Me has alegrado el día!” al ser informado por un forense de que la causa de la muerte de un famoso escritor no había sido natural, sino por asesinato, abriendo así la puerta a un excitante misterio por resolver, todos los espectadores sabían que una frase tan insolentemente frívola hubiese sido imposible en la pacata, beata e inquisitorial España de los 60.

Asimismo, ahora debemos celebrar con La Tigresa del Oriente este reportaje fotográfico donde se ha dejado literalmente la piel y que, ante todo, es una reafirmación de la alegría de vivir a cualquier edad.

Ojalá cunda el ejemplo y tal desparpajo dionisíaco se contagie también al género masculino, para seguir rompiendo con las normas encorsetadas de los mass media. Que Melcochita se vaya preparando para aparecer en paños menores…

Por mi parte, solo me queda reconocer sin paliativos el mérito de la Tigresa del Oriente y agradecer su atrevimiento, que nos hace a todos un poco más libres. Sin duda, todos debemos aprender de ella.

Olé, Tigresa, por tus cojones. Y por tus tetas.


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