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Las Malvinas, 120 horas de terror: “Solo queremos cerrar este capítulo” [Crónica]

El sexto día de trabajos pasa interminable para la familia de los desaparecidos.

Los bomberos estiman que la emergencia terminará en dos o tres días. (Luis Centurión/Perú21)
Los bomberos estiman que la emergencia terminará en dos o tres días. (Luis Centurión/Perú21)
Pablo Vilcachagua

Pablo Vilcachagua

@pablovil

Esta mañana se cumplió el sexto día del trabajo de los bomberos en las intersecciones de los jirones Huarochirí y Dansey, a espaldas de la Plaza Unión. Dos bomberos, exhaustos y sucios, permanecen tirados a un lado de la pista. Sujetan con firmeza una manguera que dispara agua directo a la galería quemada. La tarea parece imposible: el agua ingresa por una ventana pero en las otras diez el humo sale con ferocidad. Sus compañeros, al lado, se aseguran que el agua de las cisternas no se termina nunca. La nube tóxica que los cubre permanece inmóvil, creando una escena aún más macabra, mientras el olor a petróleo hirviendo hace que nadie se salve de toser.

Es la mañana del martes y en la galería Nicolini, en Las Malvinas, la pesadilla continúa.

Padre de joven desaparecido en incendio de Las Malvinas: “Quiero que me entreguen a mi hijo”

Ya ha pasado casi una semana desde que los bomberos recibieron esa llamada que les indicó que la galería electro ferretera más visitada de la zona ardía en llamas. Aún 10 bombas, 2 ambulancias, más de 30 bomberos y 50 serenos permanecen en el lugar.

La galería Nicolini es una excelente ilustración de la informalidad en Perú. Son tres pisos construidos con material noble arropados por telarañas de cables telefónicos y eléctricos que siempre estuvieron a la espera de un accidente. Los fierros y cajas metálicas aglomerados en las ventanas apenas dejan ingresar la luz del exterior. Pero la situación resulta aún más caótica si miramos más arriba. Una serie de contenedores se alzan uno sobre otro *creado pisos ficticios y laberintos mortales. *Desde uno de ellos, el jueves pasado, dos jóvenes clamaron por ayuda, dejando una escena que permanecerá tristemente en el imaginario de todos. Habían sido encerrados con candado por sus jefes.

Seis días después aún permanecen desaparecidos.

Tarea árdua

Esta galería tiene solo dos entradas que permiten subir hacia la zona de los contenedores. En la puerta de una de ellas siete bomberos se abrazan y se dan ánimos. Pronto ingresarán a la galería y esperan salir con vida. El objetivo es continuar abriendo camino en ese infierno de fuego y metal rumbo a los contenedores. Saben que recuperar los cuerpos de los dos desaparecidos ya no es un objetivo solo para ellos, ha pasado a ser un deseo nacional.

Pero antes de ingresar reciben un aviso. Son las 11:40 de la mañana y, según el último reporte, la temperatura en el tercer nivel alcanza los 95 grados centígrados. Más arriba, donde se encuentra el laberinto de contenedores metálicos que encierran a los jóvenes, el termómetro marca 880 grados. De todas maneras ingresan. Ni las aterradoras cifras los hacen dudar.

Bomberos en una reunión previa antes de ingresar al inmueble. (Perú21)

El reloj se acerca a las 12 del mediodía y un tumulto se forma de manera inesperada. La ministra de Justicia, Marisol Pérez Tello, inspecciona la zona. Se acerca al inmueble quemado, conversa con los bomberos, les da ánimos y hasta recibe algún bocado que los voluntarios han estado repartiendo desde temprano para todos los que trabajan en la zona. Es la primera autoridad que se acerca a la emergencia en este sexto día y todo indica que será la única.

Valeria Manrique, Manuel de la Cruz, Lorena Chávez y Leyda Luna aparecen también sin previo aviso. Ellos no lo hacen para inspeccionar sino para algo más noble. Llevan consigo un enorme balde y grandes bolsas. “Es el desayuno para los bomberos”, dicen al sereno que los deja entrar sin impedimento a la zona de emergencia. Tardan poco más de 20 minutos en entregar todo lo que han traído, que no es poco.

Estudiantes han llevado comida a los bomberos. (Luis Centurión)

“Les hemos dado jugo de naranja y panes”, cuenta Valeria. Los cuatro son alumnos del primer ciclo de Psicología de la Universidad Nacional Federico Villarreal y su facultad se ubica a dos cuadras de la emergencia. “Lo de nosotros no es nada a comparación de lo que hacen ellos”, dice Lorena, quien agrega que otro grupo de amigos volverá más al anochecer con la cena. Ahora a ellos les tocará preparar los panes y jugos.

Nadie habla de la muerte


En una carpa roja del Ministerio de la Mujer , en medio de la Plaza Unión, permanecen los familiares de Jorge y Jovi Herrera, los jóvenes símbolos de esta tragedia. Como un ejercicio para mantener la esperanza, nadie repite la palabra muerte. Se refieren a ellos como ‘desaparecidos’, aún a sabiendas de que nadie puede sobrevivir al calor de 2 mil grados centígrados, la temperatura que hubo aquel jueves dentro de cada contenedor.

Familiares de los desaparecidos esperan en la Plaza Unión. (Luis Centurión)

El padre de Jovy, Eduardo Herrera, cuenta que su hijo fue criado por su abuela, María Vicente, desde que tenía un año de edad. Señala que nunca se enteró de las condiciones en que trabajaba el joven hasta que ocurrió la emergencia. Tampoco le preguntó, confiesa, para luego decir que tras seis días lo único que quiere es “cerrar este capítulo”. Sacar a su hijo y enterrarlo. Ese es su objetivo más próximo.

La hermana de Jorge Huamán Villalobos, Adelaida, es la única que ha soltado una sonrisa en todo este tiempo. Cuenta que su hermano tenía 19 años pero que la edad de ella nunca lo sabremos. “Déjame tener ese secreto”, dice logrando arrancarle una sonrisa también al padre de Jovy, quien escucha atento al costado. La familia de los dos amigos se conocen desde siempre. Tanto los Herrera como los Huamán viven en el mismo barrio de Independencia. Justamente fue allí que ambos jóvenes se conocieron para iniciar esta amistad que terminaría de una forma fatal.

La ironía sale a la luz al salir de la carpa roja. Como guardián de la Plaza Unión, se alza una escultura en honor al ex presidente Ramón Castilla. En el monumento, el mariscal monta un caballo que mira en dirección suroeste, apuntando a la incendiada galería Nicolini. De inmediato, el recuerdo de los dos jóvenes encerrados con llave en un contenedor aparece y la indignación no puede ser peor. Fue el propio Castilla quien dio libertad a los esclavos negros en 1854. Quién imaginaría que 163 años después aún se le necesitaría.

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