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Tres casos de agresión sexual contra mujeres que nos dicen mucho sobre nuestra justicia

Lady Guillén y Arlette Contreras no obtuvieron justicia pese las pruebas a su favor. ¿Qué destino le espera entonces a la fallecida Marielena Chumbimune?

Lady Guillén, Arlette Contreras y Marielena Chumbimune. (Composición)
Lady Guillén, Arlette Contreras y Marielena Chumbimune. (Composición)
Diego Pereira

Diego Pereira

@acunerme

Las cifras tienen fama de ser impersonales, de reducir a un simple número los testimonios del sufrimiento. Sin embargo, estas —dadas por el ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables — son necesarias para que quede clara la magnitud del problema:

  • Este año en Lima, en menos de cinco meses (de enero a mayo) se han reportado 29 casos de tentativa de feminicidio.
  • En ese mismo plazo, 8 fueron las veces en las que ese delito se cometió en la capital.
  • En total, en esos cinco meses, esta ciudad ha registrado un total de 5,944 casos de violencia familiar y sexual.

A esto le podemos sumar la información que dio la ministra Marcela Huayta a este diario:

  • En el Perú, 7 de cada 10 mujeres sufren de violencia física por parte de sus parejas.
  • Solo hay 46 casas de refugio para las víctimas y la mayoría se concentran en zonas urbanas

Pero lo más grave es que cuando una mujer denuncia una agresión, por más pruebas que tenga y por más golpes que lleve sobre su cuerpo, es probable que no encuentre justicia. Lady Guillén, Arlette Contreras y Marielena Chumbimune son testigos de ello.

De víctima a defensora


Cuando Lady Guillén decidió romper su silencio en junio de 2012 fue porque casi la matan. No solo mostró sus nuevas heridas, sino también las marcas de otros cortes y golpes que acumuló durante un año de agresiones continuas:

“Esto ya me cansó. Basta. Mira cómo me has dejado la cara. Desfigurada. Tengo tres cortes en mi frente, cicatrices que se quedan para toda mi vida. Una nariz rota y mi vida destruida. Eso no se paga. Yo puedo cicatrizar, pero mi alma está destruida”.


El responsable de las cicatrices, y de las cicatrices nuevas sobre las anteriores, es Ronny García, quien —como detalló Guillén a Panorama— la obligaba a echarse en el suelo para sentarse encima de ella y golpearla con mayor facilidad mientras le decía:

“¿Puedo tirarte otro puñete más? Te puedo pegar en otro lado [que no sea la cara]. Agradece que no te he matado. De verdad necesito darte otro golpe más”.

Y ahora García está libre. La primera Sala para reos en cárcel de la Corte Superior de Justicia de Lima decidió que desfigurar a una mujer a puñetes, mordidas y patadas no amerita mayor sanción que cuatro años de prisión suspendida (lo que significa que no será internado en ningún penal, solo debe atenerse a reglas de conducta).


Con su agresor libre, ella ya no puede caminar tranquila, vive a medias y no encuentra la justicia. Por eso Guillén está decepcionada de este, su país. Lo dijo entre lágrimas apenas se conoció la sentencia y cuando este diario se comunicó con ella:

“Estoy decepcionada, pero no me van a amilanar los procedimientos corruptos y seguiré luchando. El fallo que han emitido dice a las mujeres que se dejen golpear porque no hay justicia. Es indignante que la ley se ponga del lado de un asesino en potencia, de un hombre que casi hace desaparecer a una mujer en este país”.

Pero su lucha no acaba. Tras sobrevivir al abuso de García, ella decidió estudiar Derecho (y está próxima a graduarse). Trabaja en un estudio de abogados como practicante y asesora en casos similares al suyo. Pronto presentará una fundación de ayuda gratuita para mujeres maltratadas.


Morir para obtener justicia


La frase de Lady Guillén resuena de manera espeluznante en el caso de Arlette Contreras. El 13 de julio de 2015 todos vimos el video donde era arrastrada por los pelos a lo largo del suelo de un hotel en Ayacucho por un sujeto desnudo: Adriano Pozo, su expareja.


Las imágenes de lo ocurrido también son claras: las lesiones existen, la violencia es evidente y las amenazas de violación son claras. Pero lo que vemos en las imágenes no fue todo. Contreras en un momento perdió el conocimiento en la habitación luego que Pozo la ahorcara:

“Quiso acabar con mi vida cuando yo terminé con él. Me empuja, caigo y me ataca. Me quiere ahorcar. Yo tengo los ojos rojos por la presión que él ejerce en mi cuelo. Yo pierdo la consciencia y él cree que yo estoy muerta. Dejé de moverme, cerré los ojos, me quedé sin oxígeno. Yo también pensé que estaba muerta”.

Cuando volvió a abrir los ojos, vio que Pozo estaba en el baño y es entonces que intentó escapar. Y pese a todo esto, su agresor camina libre pues fue absuelto por los delitos de violación y de feminicidio.


El Juzgado Penal Colegiado, con las pruebas recabadas por los médicos legistas que atendieron a Contreras en la mano y con las imágenes que todos vimos, falló argumentando que:

“[las] lesiones sufridas por la agraviada no pusieron en riesgo su vida (…)”.

En otras palabras, Arlette Contreras tendría que haber muerto para que exista un castigo real. Sobre el agresor solo cayó una sentencia de un año de prisión suspendida por el delito de “lesiones leves”.

Contreras vino a Lima tras apelar la decisión y en una entrevista con Cuarto Poder expresó su malestar e indignación:

“Esta persona me ha querido matar y violar. Me da mucha cólera, me llena de impotencia el hecho que los jueces hayan creído más en la versión de esta persona que en la mía. Al comienzo dijo que no recordaba nada. Sin embargo, en juicio él contó todos los detalles y según él, yo propicié su reacción porque estaba conversando con otra persona”.

Contreras también denunció que el padre de su agresor, Jorge Pozo Palomino, habría influenciado en la decisión del juzgado pues es regidor de la Municipalidad de Huamanga. Una foto de este con la presidente de la Corte, Tatiana Beatriz García Pérez, podrían confirmar la acusación.

Sin embargo, a través de un comunicado, el Poder Judicial de Ayacucho negó que haya existido cualquier injerencia en el caso y rechazó las acusaciones de Contreras.

La voz que ya no está


Erick Espinal Hernández ya tenía antecedentes. En febrero del año pasado una compañera de trabajo lo denunció en la comisaría de San Borja por intento de violación, pero no pasó nada.

Meses después de eso, hace tan solo unos días, el sujeto de 20 años arrojó el cuerpo de Marielena Chumbimune (también de 20 años) a una calle de Surquillo. Las cámaras de seguridad en el lugar fueron las únicas testigos y por eso lo atraparon.


La confesión de Erick parece sacada de una plantilla, frases y palabras que escuchamos siempre en estos casos, lo cual hace que el relato sea aún más macabro:

“A Marielena la recogí de su casa y en mi auto nos fuimos a mi casa en San Isidro. Pedimos pizza y le dije para tener relaciones sexuales y ella se negó. Insistí y salió corriendo, pero luego la tranquilicé e hice que suba al carro para irnos. Le tiré varios puñetazos en la cara y ella me arañó el rostro y cuello. Luego la ataqué con un cuchillo”.

¿Son estas todas las pruebas que se necesitan para condenar a Espinal por feminicidio para que nunca más vuelva a lastimar a una mujer? Las historias anteriores no nos dan mucha esperanza.

Ni una menos


En estos momentos, un grupo de personas se encuentra coordinando una marcha nacional para pronunciarse contra la violencia y discriminación hacia las mujeres.

Al cierre de esta nota, el grupo de Facebook cuenta con la participación de más de 30 mil personas —hombres y mujeres— cifra a la que cada vez se suma más gente.

La fecha indicada es el 13 de agosto a las tres de la tarde, sin embargo aún no se ha determinado el lugar.

Perú21 se ha puesto en contacto con una de las organizadoras y pronto tendremos más información al respecto.


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