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Gustavo Veliz, el hombre que arma universos de felicidad

Lo que hizo al recibir su primer sueldo fue completar una serie de naves Lego que vio por primera vez a los nueve años. ¿Hasta dónde llega la afición por estas coloridas miniaturas?

(Anthony Niño de Guzmán)
(Anthony Niño de Guzmán)

Para Gustavo Veliz, las piecitas que decoran su casa no son juguetes: forman parte de un sistema, un todo. Comenzó a armar sus legos a los 9 años y hasta ahora no termina. No hay por qué hacerlo. Colocar las coloridas partes una sobre otra es un gusto que lo atrapa, que lo hace mecer en letargos infinitos. Descubrió en el acto de armar y desarmar la mejor forma de perpetuar su niñez.

DESCUBRIR UN MUNDO
Gustavo trabaja como informático. Sus días transcurren como cualquier empleado: de nueve a cinco de lunes a viernes en una empresa que le paga lo necesario para vivir y darse sus coloridos gustos. Lo bueno viene después, cuando llega a su casa para encontrarse con sus legos. Ahí comienza lo bueno, su vida.

Recuerda que unas miniaturas de Space Police fueron su primera adquisición. Se trató de un regalo de sus padres, cuando aún sus preferencias deambulaban por los videojuegos y los deportes. Al abrir aquella pequeña caja en su cumpleaños número nueve, Gustavo descubrió un mundo inacabable, uno en donde él podía crear. “La perfección para un niño”, recuerda. A partir de entonces, cada cumpleaños se convirtió en una oportunidad para adquirir uno de esos costosos legos que solo se vendían en dólares. La experiencia de ir desde Lince hasta Chorrillos junto a sus padres –a la única tienda que vendía estos juguetes por aquellos años– para conseguir una de estas miniaturas se convirtió en una tradición que lo obligaba a esperar con emoción los 365 días. Comenzó con uno. Hoy las piezas que guarda en su casa sobrepasan el millón, asegura.

NO SON JUGUETES
Fundada en 1932, esta compañía danesa se ha encargado de crear aficionados en todos lados. El nombre no es más que una abreviatura de dos palabras danesas, ‘leg godt’ (cuyo significado es “jugar bien”). ¿Quién no ha armado una de las piezas intercambiables cuando era niño?

¿Acaso era posible resistirse a unir uno de esos bloques que, con puntitos encima, te animaban a colocarlos uno sobre otro hasta formar algo? “La clave es que hay un sentimiento hacia lo que tú construyes. Toda persona se siente orgullosa por lo que construye, hay una emoción”, explica Gustavo, quien apunta que esta emoción no se repite con ningún juguete. Pero Lego no es solo los bloquecitos interconectables. El universo de esta empresa incluye personajes y otros objetos, la mayoría sacados de franquicias cinematográficas.

Aunque su catálogo es interminable, hay un punto que une a todos los juguetes: el concepto de compatibilidad de las piezas, un hecho que escapa a tiempos y estilos. Una pieza de 1980 es intercambiable con una actual y una miniatura Lego de la serie de Harry Potter es compatible con el clásico bloque colorido. Todas forman parte de un todo.

“Lego inició con una promesa: todo lo que tú compres va a ser compatible con lo que sigue. Es así que una pieza de hace 20 años es compatible con lo que tienes ahora. La promesa se cumple”, explica Gustavo, quien cuenta orgulloso que su primer sueldo fue destinado a completar la serie Lego Space Police. “Se trata de una línea de minifiguras que vienen en serie. Ahora andan por la número 15. Cuando yo comencé, estaban por la ocho. Pagué casi el doble por cada una de las anteriores”, explica emocionado este informático, que, además, remarca una diferencia de Lego en relación con los juguetes. “Lego es un sistema, todo forma parte de un todo. No es un juguete”.

EL CLUB LEGO
EL CLUB LEGO
“Si se reúnen cada semana, ¿por qué no crean un club?”, esas fueron las palabras de la madre de Gustavo que motivaron la creación de Lego Club Perú, el grupo que reúne a más de 30 amantes de estas miniaturas.

Además de ser un fundador del club, Gustavo es ‘Embajador Lego’, un cargo que le permite tener contacto directo con la empresa y de tal forma organizar eventos, muestras y conversatorios en torno a estas piezas.

“Lo que hago coleccionando estas piezas es tener una segunda niñez. Juego con ellas todos los días y no hay nada mejor que eso”,finaliza Gustavo, con una felicidad de niño de diez años que inmediatamente hace olvidar que por ahora tiene el triple de edad.


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