14.MAY Martes, 2024
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José Villalobos Cavero: Confesiones de ‘El Rey del festejo’, leyenda viva de la música peruana [FOTOS Y VIDEO]

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Guitarra en mano y sentado sobre un cajón, el maestro compositor criollo habla sobre el presente y futuro de su única pasión: la música criolla.

Lucía Calderón Portugal

@lucalderon7

José Villalobos Cavero la tiene clara. Él es profesor, y como todo generoso portador de conocimiento, necesita compartir sus experiencias hasta que el cuerpo, el cajón y la guitarra le digan basta.

Así lo asegura desde su peña de Lince, un espacio de paredes altas, donde abundan las distinciones, enormes fotografías en blanco y negro del ‘Chino’ Domínguez, quijadas de burro y acuarelas de Pancho Fierro.

Egresado de la Gran Universidad del Callejón, en los Barrios Altos, ha compuesto un sinnúmero de valses, polkas y pregones. ‘Don Pepe’, como cariñosamente le llaman, ha pasado casi toda su vida rescatando del olvido estampas folklóricas de la antigua Lima, las cuales llevó con paciencia y cariño a un pentagrama.

El maestro aprendió de los mejores. Cogiendo una guitarra que le regalaron cuando estuvo de gira en México con Óscar Avilés y su primo, Arturo ‘El Zambo’ Cavero, recuerda como inició su carrera con tal solo 10 años. Fue en una quinta del Jirón Áncash donde conoce a su principal fuente de inspiración: el maestro Víctor Arciniegas Samamé apodado “El Gancho”. Fue un gran ejemplo, y él, un gran alumno, confiesa. De esos que llevan las ganas de aprender en los ojos.

“Yo no tenía la capacidad de interpretar pero conforme transcurrieron los años y me preocupaba por saber. Todas las manifestaciones representativas de la música peruana las he ido rescatando, para en algún momento cariñosamente reproducirlas con calor y cariño”, dice con una sonrisa sincera que solo tienen los verdaderos maestros.

“A mí siempre me ha gustado investigar y sigo investigando. Cuando yo estoy seguro de una cosa, la plasmo en un texto y luego la musicalizo”, me cuenta, mientras repasa con sus dedos los trastes de la guitarra criolla y me cuenta la historia del ‘Son de los Diablos’, una comparsa que en época de carnavales tomaba las calles de Lima hasta el año 40.

Este orgulloso limeño no solo es guardián de tradiciones de antaño sino también una leyenda viva de la música peruana, dueño de la mayor producción de música afroperuana existente en la actualidad. Entre sus composiciones está ‘Mueve tu cucú’, ‘El negrito chinchiví’, ‘Mi comadre cocoliche’, y otros conocidos temas. Por algo le llaman con respeto el ‘Rey del Festejo’.

“Está mal llamarla música negra, música negra no hay, es música afroperuana, notas negras hay en el piano, la música afroperuana no tiene ese color, el color se lo da uno con su cariño, con su interpretación, como los sonidos rítmicos y alegres”, me aclara, mientras mira con cariño el piano de pared que tras muchos años de esfuerzo logró adquirir. “Yo nunca tuve soles para tener un piano. No tenia ni un sol que me alumbre”, recuerda.

Para ‘Don Pepe’ haber nacido en un lugar humilde fue una bendición. “Agradezco a Dios haberme criado en el callejón, porque ahí estaba el verdadero folklore. Ahí vi cómo hablaban, cómo cantaban y tocaban los instrumentos los grandes cantores, conservadores de la tradición”, cuenta nostálgico.

No exagera cuando agradece haber vivido en los Barrios Altos. Ahí conoció a Carmen y Felipe, hijos del “el bardo inmortal” Felipe Pinglo Alva, un poeta del criollismo al que recuerda con admiración.

Respeto hacia lo nuestro

José Villalobos es optimista con respecto al futuro de la música criolla, pero le gustaría que los nuevos talentos sientan interés por aprender de los antiguos maestros del criollismo que todavía siguen con nosotros.

“No tengo nada contra la juventud, pero me encanta cuando los jóvenes saben combinar lo moderno con lo antiguo, sin distorsionar la línea melódica y la letra. Los jóvenes interpretes de música criolla tienen que ir a la fuente para aprender a saber se tocaba. Un músico tiene que ser una persona estudiosa para poder transmitir con cariño”, asegura. “El maestro nunca se va a negar cuando uno le pide aprender con cariño”, resalta.

“Aunque parece mentira y lo digo con humildad, el intérprete tiene una gran responsabilidad con el compositor, tiene que hacer que el mensaje llegue puro para que se sepa lo que el compositor ha querido transmitir. El intérprete tiene una deuda con el compositor y también con el público”.

Una familia que vive para la música

‘Don Pepe’ es sobrino del destacado pianista Alejandro Villalobos, con quien tuvo la oportunidad de tocar junto a su conjunto ‘Tradición Limeña’. Además, es primo de Arturo ‘Zambo’ Cavero, con quien tuvo la oportunidad de grabar el tema ‘Rebeca’, un clásico que rescató e hizo popular.

Pero nada de esto hubiese sido realidad sin el apoyo de doña Angélica Ruiz, la mujer que lo convirtió en su esposo y con quien tuvo cinco hijos. “Mi esposa fue una señora que siempre me ayudó y me alentó para que yo hiciera todo lo que significase mi alegría, que es la música. Ella nunca se opuso que yo fuera por aquí y por allá, quizás sentía celos… pero lo supo disimular muy bien y nunca dejó de tenerme confianza”, confiesa.

Él supo hacerla feliz, asegura. No por algo fue el ‘perfecto marido’. “Yo coso cocino y plancho, tejo a palito y a croché, hago zurcidos invisibles, delineo cejas, rizo pestañas, tiño cabello, llevo a los niños al colegio…”, recita de memoria.

Herederos de su tradición cantora fueron su hijo José y su hija, Victoria Villalobos, quien heredó el timbre de su madre y apenas terminó el colegio, le confesó su deseo de ser cantante.

“Yo no quería, quería que sea abogada, ingeniera… fue ahí cuando dije ‘como siga insistiendo me la llevo al conservatorio, ahí le van a exigir y si no da nivel la van a botar‘”, cuenta. Bastó unos meses para darse cuenta que estaba equivocado. Su hija ingresó y cantaba acompañada por la sinfónica, la becaron y se fue al extranjero. “Ahí comencé a sonreír”, cuenta emocionado.

Al que toca y al que canta se le seca la garganta

‘Don Pepe’, como respetuosamente le llaman los asistentes a su local, siempre quiso tener una peña criolla. A tal punto de llenar su cocina de ollas grandes para fonda cuando apenas eran algunos integrantes, o coleccionar decenas de cajas de cerveza, que en algún momento servirían para calmar la sed de sus futuros clientes: “Yo siempre quise acentuar por exceso de cariño las representaciones representativas del Perú. Yo siempre pensé que en algún momento iba a poner una peña” .

Desde hace algunos años, su sueño se convirtió en realidad. Hoy administra junto a su hija Pilar Villalobos la ‘Asociación Cultural Musical La Casa de Pepe Villalobos’, lugar donde comparte con el público las entrañables características de la jarana criolla: guitarra, cajón, deliciosa comida y por supuesto, pisco peruano.

“El público reacciona con una algarabía tremenda en la peña. Se ve que hay un cariño muy especial por la música criolla pero hay que aceptar las cosas como son… todavía hay indiferencia. Tengo la esperanza que nuestra música cobre más fuerza, es parte de nuestra identidad”, se sincera.

“Viva la patria, viva el Perú”

Los pregones, los tonderos, la marinera limeña, los valses antiguos señoriales de la ‘guardia vieja’ son sonidos que extraña y que emocionan su corazón. Por eso, considera importante continuar rescatando estas manifestaciones del olvido y agradece cuando desde el Estado hay interés en reconocer sus aportes.

“Me da la impresión que hay un interés en conocer lo que con tanto cariño he capitalizado. quiero que no se pierda, no es posible que si me muero se acabe la fiesta. ¡Son estampas de nuestro folklore!”, me cuenta preocupado y confiesa que es tal su interés por cumplir este sueño que quiere hacer un libro.

-Interpretar música criolla es como rezar el Padre Nuestro o rezar el Ave María, es una satisfacción muy grande, es una obligación.

“Es imposible no querer la música de una tierra llena de manifestaciones populares”, sostiene. Y las palabras afloran: “Los años se me vienen encima y veo que se van perdiendo, podría pasar horas hablando del son de los diablos, de la quijada, mientras pienso que estas generaciones deben aprender esto para compartirlo, todavía con más cariño que yo”.

La música criolla le ha dado satisfacciones, pero también ha significado en su vida sacrificio. Construir una carrera como compositor para alguien que no nació en cuna de oro fue un reto, que hoy reconoce orgulloso, logró superar: “Me ha costado tiempo, dinero y preocupación, pero el estudio ha valido la pena porque me llena de orgullo”.

El maestro es un hombre creyente. Asegura que es posible rescatar el sentido patriótico y el amor hacia lo nuestro: “Al público, lo invito a querer todo lo nuestro. Tenemos tanta riqueza. Dios ha sido generoso con el Perú, nosotros tenemos todo a comparación de otros países, no hay que ser indiferentes. Hay que conservar los que los abuelos, bisabuelos y padres conservaron y lo que nos legaron con tanto cariño”.

“Ojalá Dios me de unos años más para seguir difundiendo esta música”, comenta y sugiere terminar la entrevista con ‘El espejo de mi vida’ de Felipe Pinglo’, y la frase: “Hoy tan solo de este apogeo me queda bucles, retratos, pañuelos, cartas de amor y nada más”.

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