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Gianluca Lapadula, la historia de un país que no se respeta

Algunos piden a un delantero que ni siquiera conoce el Perú. El jugador ya nos mandó a volar.

Gianluca Lapadula, la historia de un país que no se respeta. (Getty Images)
Gianluca Lapadula, la historia de un país que no se respeta. (Getty Images)
Carlos Bernuy

Carlos Bernuy

@bernuycarlos

La indescifrable frase estuvo (y quizás sigue) en cada esquina. “Respeten a Lapadula”. El problema fue que pocos pensaron en respetarnos nosotros mismos, en lanzar una línea que divida la broma de lo ridículo y la necesidad momentánea del futuro construido. Gianluca Lapadula, delantero del Pescara de la Serie B italiana, con 26 años, 24 goles en el torneo y para muchos – demasiados – el salvador de Perú.

Allí empezamos faltándonos el respeto nosotros mismos, la selección peruana no se conforma por un solo jugador sino por once, varios suplentes y un técnico capaz. Lapadula tiene madre peruana, eso le posibilita jugar por nuestra selección, pero no lo obliga. El futbolista no tiene la culpa que lo pidan en portadas, programas de televisión, de radio, tertulias de amigos y demás. La desesperación es nuestra.

“Estoy concentrado solamente en el Pescara”, dijo el delantero quizás ya harto que le pregunten por la selección de un país que no conoce, una camiseta que no sentirá y un sueño de millones – ir al Mundial – que no comparte.

Lapadula vivió toda su vida en Italia y, si es un jugador ambicioso, luchará por llegar a un buen equipo en Primera División y luego esperar que el seleccionar de la ‘Azurra’ lo convoque.

A miles de kilómetros, en el Perú, no hay respeto. No se respeta la importancia que tiene el trabajo de menores, ese que nos podría dar jugadores nacidos aquí con proyección de selección. Alexander Succar, Beto da Silva, Luis Iberico. Jóvenes delanteros con los que Ricardo Gareca debiera trabajar y no viajar hasta Europa para almorzar con Lapadula, escuchar su opinión en italiano y saludarlo por su cumpleaños.

La culpa no es de Lapadula, es nuestra. Hay que dejarlo tranquilo, desearle suerte y respetarnos más. Formemos un equipo, busquemos un plantel. No seamos tan niños para pensar en un superhéroe que llegará a salvarnos. En un futbolista que si viniera, así sea de visita, lo convertiríamos en noticia por sus tatuajes, sus zapatillas, o porque alguna chica de la televisión dijo que le podría gustar.

No pidamos respeto para alguien cuando no lo tenemos por nosotros mismos. En el fútbol, en la vida.


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