23.ABR Martes, 2024
Lima
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Opinión

La última campaña electoral fue una olimpiada en que los candidatos competían prometiendo severísimos castigos, seguros de que ganaría aquel que ofreciera el más draconiano: cientos de años de cárcel, cadenas perpetuas sin beneficios, cárceles a cuatro mil metros de altura, en fin. Lo único que faltó fue prometer mutilaciones y fusilamientos. La designación de Marisol Pérez Tello –vieja amiga de las personas privadas de su libertad– como ministra de Justicia es una gran noticia para la comunidad penitenciaria y para todos los que creemos que este país necesita entender, de una vez por todas, que justicia no es igual a venganza. Prendemos todas nuestras velas a la Virgen de las Mercedes para que Marisol sea la persona que pueda por fin lograr la revolución que necesita el sistema carcelario peruano. Dime cómo tratas a tus presos y te diré qué clase de país eres. He aquí algunos de los horrores que tendrá que enfrentar.

La corrupción: La corrupción más repugnante es aquella que se ceba en la desesperación de personas en desgracia, de personas para las que entregarle el dinero que no tienen a una autoridad es la única esperanza. Y esto es lo que ocurre, todos los días, todo el día, en las cárceles del Perú. No estoy haciendo aquí ningún hallazgo sorprendente. Así ha sido en este gobierno como en el gobierno pasado y también en el antepasado. Y si tal podredumbre ha logrado enseñorearse dentro de los muros de las prisiones peruanas, es precisamente porque allí florece con mayor impunidad que en ninguna otra parte, porque allí nadie la ve. ¿Cuánto cuesta estar en cana? He aquí un práctico tarifario de algunas de las muchas coimas que tendrás que pagar –sin chistar– si alguna vez te ocurriera la desgracia de caer en prisión. Veamos: pagarás de 200 a 500 soles para que te clasifiquen a un penal de Lima y no te manden a provincias. 30 soles por el derecho a llamar a tu abogado o a tu familia desde la carceleta de Palacio de Justicia. 50 soles al técnico de seguridad para que te facilite un táper, un cubierto de plástico y una llamada adicional. 2 soles interdiarios para que no te corten la luz después de las seis de la tarde. 5 soles diarios si quieres comprarle al agente de seguridad su ají de gallo que siempre será menos indigno que la paila. Meter un celular (un “ilegal”), un chip, un cargador o cualesquiera de sus componentes te costará 100 soles y 50 soles adicionales para que te lo entreguen en tu pabellón. 5 soles por derecho diario a mantener “el ilegal” en tu poder, lo cual significa 150 soles mensuales. Al burócrata corrupto conocido como “libertador” tendrás que chorrearle entre 300 y 500 soles para que se tome la molestia de “agilizar tus papeles” y así puedas llegar a salir algún día. Y mejor dejemos la lista de precios ahí nomás, porque esta página me quedaría chica.

El Hueco: Quizás Amnistía Internacional lo ignore, pero las celdas de castigo de la Edad Media continúan en plena vigencia en el Perú. Cuando un reo se “porta mal”, es decir: se pelea, responde mal o si en su poder se encuentra drogas, alcohol, chicha canera o celulares no detectados, se le mete a El Hueco, mazmorra diminuta y normalmente inmunda, donde es imposible diferenciar el día de la noche y donde las personas comen, defecan y duermen en el mismo lugar. La cantidad de días que serás sepultado vivo se decide en un juicio sumario al que te somete un “consejo técnico” integrado por el director del penal, el alcaide y algún otro técnico del establecimiento, quienes casi siempre son personas con una educación bastante elemental –salvo el director– y distan mucho de ser jueces. Y, sin embargo, inconstitucionalmente te juzgan y pueden sentenciarte –si quieren– a todo un mes de confinamiento solitario en el que fácilmente terminará de colapsar lo poco que te quede de cordura. Pero hecha la ley, hecha la trampa, así que salir de El Hueco también tiene su precio: 300 soles. Si no te alcanza, puedes lograr un upgrade por 30 soles para mandarte a un hueco menos infecto. Estando allí abajo, puedes pagar 5 soles para que te dejen salir 2 horas al patio. La comida que te vende el celador sube –para ti– a 10 soles diarios. Salir al teléfono público y llamar te costará ahora 20 soles. Otros 20 soles si quieres volver por un día a tu pabellón. Si ese día es sábado, te costará 50 soles y 80 si quieres quedarte hasta el otro día, antes de que llegue el relevo, eso sí.

La explotación: Como el trabajo es una vía de redención de pena, el derecho a trabajar le cuesta al interno 30 soles mensuales. ¿Cómo los consigues? Pues trabajando para pagar tu derecho a trabajar. Si, por ejemplo, chambeas en la cocina del penal, sea que te desempeñes como picador, arrocero, lavador o “limpiecero”, firmarás un contrato por 750 soles –casi un sueldo mínimo–, pero a fin de mes –sorpresa– solo te pagarán 150. ¿Adónde se irán los otros 600, no? Cuando te quejes, te dirán que, si no te gusta, lo dejes, porque hay otros presos que sí quieren trabajar por esa suma. Tu jornada comenzará a las 3 de la mañana y acabará a las 9 de la noche. Algo parecido ocurre si chambeas en el taller de confección textil, firmas por un salario de 300 soles mensuales, pero cabe la posibilidad de que los encargados del área de trabajo nunca te paguen, por lo que tendrás que agenciarte por otro lado los 30 soles con que pagar tu derecho a trabajar.

La paila: El presupuesto que otorga el Estado por interno son cuatro soles diarios y se supone que no solo debe cubrir su alimentación, sino todo el resto de sus necesidades. Como es fácil de adivinar, estos cuatro soles pasan de mano en mano y se van reduciendo en el camino hasta convertirse en uno o en ninguno, tal como lo demuestra el contenido nutricional de la famosa paila. Veamos… Desayuno: corteza de cacao hervida en agua (más conocida como “matapincho”, ya que los internos creen que les produce impotencia), y 3 panes con margarina rancia o aceituna. El menú del almuerzo suele ser, como sigue: Lunes: frejol con papa (espesado con chuño). Martes: arroz amarillo con (o sin) pota. Miércoles y sábados, adobo de pollo (para los sapos, pues son días de visita). Jueves y domingos: sopa de verdura con más chuño para que llene. Viernes: más pota. Para las cenas: más sopa. ¿Habría manera de que reciban un pan más digno? Por supuesto, si los administradores de los fondos tuvieran la bondad de robar menos.

La TBC: Semejante alimentación garantiza, por supuesto, el esplendor de la enfermedad, especialmente la tuberculosis, favorecida, además, por el hacinamiento y la falta de ventilación de las celdas en las que basta que uno solo se enferme para que todos los que respiran el mismo aire se contagien de inmediato. El 6% de la TBC de todo el Perú se encuentra en los penales y es la primera causa de muerte entre reclusos. No los matan las reyertas ni los motines, los mata la tuberculosis. Una absoluta vergüenza para el país y para todos aquellos que se jactan de su presunto crecimiento económico. La Edad Media, pues, precisamente.

(No alcanzó esta página para los diez cánceres que me proponía enumerar. Los próximos cinco, la próxima semana.)



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