23.NOV Sábado, 2024
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Opinión

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La semana pasada escribí que mi hermana, de paso por Miami, acusó a dos de mis hermanos de tener una cuenta mancomunada con mi madre para así desfalcarla, y que en los últimos años le habían birlado bastante dinero sin que mi pobre madre, tan buena y despistada, se diera cuenta. Los llamé vampiros.

Pero uno de los vampiros me ha escrito varios correos dándome su versión, y otro de mis hermanos, amigo del vampiro, muy confiable, también me ha escrito contándome cómo son en su opinión las cosas, y creo que es justo con ellos, los vampiros, dar luz a la cueva.

Contaré la historia tal como ellos la cuentan.

Cuando mi madre heredó de su hermano hace casi cinco años, ella, libremente, y con la aprobación general de la familia, nombró representante en el directorio de la minera al vampiro mayor (que es muy listo, muy perspicaz, socialmente es muy querido y de tonto no tiene un pelo), asignándole un sueldo de diez mil dólares mensuales y las dietas provenientes del directorio, que si los tiempos eran buenos (pero estos tiempos son malos) podían dejar otros diez mil al mes. Eso generó algunos resentimientos en un par de hermanos que hubieran querido obtener esa posición de privilegio, pero fue una decisión libre de mi madre y la mayoría de la familia estuvo de acuerdo y yo ciertamente la aprobé.

En aquel momento, cuando había mucho dinero dando vueltas en cuentas aquí y allá, mi madre nombró tesorero de la familia, custodio de sus bienes, al menor de los hermanos, el vampiro menor, muy inteligente, que venía precedido de la buena fama por haberse graduado como abogado en Lima y luego de una maestría de negocios en los Estados Unidos sobre cómo hacer perder plata a tus hermanos mayores. Ese hermano es, además, muy cercano a mi madre, así que me pareció razonable que fuese quien le cuidase los bienes. En ese momento pensé que era una buena decisión.

Los vampiros, o el vampiro mayor, porque con el otro no tengo trato debido a que me dejó exangüe, alegan que no se han apropiado indebidamente del dinero de mi madre ni en un sol y que estos últimos años han cobrado sus dineros y sus dietas tal como se había acordado, sin tocar un céntimo más.

¿Por qué entonces mi hermana afirma lo contrario?

Tal vez sea por rencor. Resulta que ella, una vez que heredó, perdió todo su dinero, millones, en la bolsa. Cómo pudo perder tanto dinero en la bolsa es algo que me supera. Al mismo tiempo, un hermano, llamémosle el fanfarrón, que anda por Lima diciendo que él heredó toda la fortuna del tío y se pasea en autos de lujo con guardaespaldas afroamericanos y se jacta de ser riquísimo y tiene un departamento impresionante decorado, a precio de locos, por un señor muy famoso, al parecer también ha hecho pésimas inversiones, ha perdido su dinero y está endeudado hasta el cuello. Llamemos a estos hermanos los estrangulados: están con la soga al cuello, pero siguen dándose la gran vida de ricachones. Han hipotecado sus departamentos, están masivamente endeudados y no sé cómo han hecho para perder lo mucho que tenían: supongo que la codicia ciega y la ceguera te lleva a la quiebra. También creo que están acostumbrados a vivir gastando más de lo que tienen, y si lo que tienen es ya bastante, les queda corto y gastan más y hacen viajes alucinantes y siempre encuentran la manera de gastar más de lo que disponen. Es un estilo de vida. No pueden ser austeros. Dilapidan lo que tienen y lo que no tienen también.

Según los vampiros, los estrangulados, cuando perdieron por locos ambiciosos, recurrieron clandestinamente a mi madre, sin informar a la familia en pleno ni al tesorero en funciones, y trataron de obtener de ella, de modos furtivos e intrigantes, mucho dinero. El vampiro mayor alega (y es un hecho confirmado) que mi hermana pidió un adelanto de herencia de cinco millones de dólares (pero en secreto, y mi madre no debía revelar el secreto, lo mismo que hizo mi ex esposa cuando le sacó un millón cien mil dólares a mi madre en mercenaria operación en las sombras) y el estrangulado menor, el fanfarrón, el playboy, pidió dos millones y medio, comedidos ambos. Mi madre hizo entonces lo que mi hermana le había prohibido: informó a la familia. Escandalizados, mis hermanos se opusieron furiosos a que le diera dinero, y en efecto mi madre no se lo dio, lo que mi hermana consideró una suerte de deslealtad o perfidia con ella. Entretanto, el fanfarrón, el donjuán, el hombre que no se mueve sin guardaespaldas, que reza con mi madre todas las tardes y va a misa con ella y le trabaja muy eficazmente el lado religioso, aparentemente consiguió un préstamo de dos millones y medio, lo que se llama un pagaré. Mi madre le dio el dinero sin informar al tesorero, que, humillado, renunció a su cargo. ¿Por qué le dio el dinero al estrangulado menor y no los cinco millones a la estrangulada mayor? No lo sé, no puedo saberlo, pero creo que el estrangulado menor hace un trabajo brillante de hipnosis religiosa con mi madre y le hace creer que ya es beato y está en el camino de la santidad.

Esta es entonces la historia completa. Los vampiros cobran sus diez mil dólares al mes (y aseguran que no más, y aseguran que pueden probar que no más y mi madre los avala) para proteger a mi madre de que los pícaros y pedigüeños y asaltantes de caminos (como mi ex esposa, como su empleado doméstico) la esquilmen, es decir que son sus vampiros guachimanes (y mi madre me asegura que no han sacado ni un centavo más que sus sueldos y no la han saqueado ni un penique), y para representar a mi santa madre en el directorio, porque cuando se habla en sesión de la minera de una inversión en una mina de plata o de zinc en sociedad con los chinos mi madre ya está dormida cabeceando mal. Los estrangulados odian a los vampiros porque no les han permitido salirse con la suya y sacarle a mi madre el dinero que ella, tan cándida, les habría dado de no ser porque hay un cierto control de los vampiros que no quieren que unos, por pícaros, se queden con la plata que, en justicia, corresponde a todos.

¿Qué puede hacer mi santa madre en medio de este embrollo familiar? No es fácil. Pero si despide a los vampiros y se echa una pestaña en el directorio y se deja desplumar por los estrangulados, la situación sería aún peor porque, según cuentan algunos en tono risueño en la familia, y yo les creo, cuando mi madre entra a la agencia bancaria nunca recuerda su clave y la pregunta y se la susurran y ella la repite en voz alta tres veces y más de un viandante o espontáneo que está en la agencia le apunta la clave y luego se lleva también un dinerillo caído del cielo.


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