23.NOV Sábado, 2024
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Opinión

Juan Claudio Lechín,Desde Nueva York
Analista político

Lejos de la defensa maniquea y militante que tienen los bandos pro y antiisraelitas, insisto en el pensamiento crítico, generador de la modernidad, que en mayor medida fue creado por los judíos, aunque hoy perciben como una agresión cuando no se viva ruidosamente sus acciones o se abuchea al contrario.

Esta fórmula es medieval, es la de santo-hereje de la Iglesia Católica (“los de mi fe son virtuosos, los herejes son defectuosos”), donde la nazi (amigo-enemigo) y la comunista (pensamiento único) son derivaciones de esa lógica de extremos excluyentes. Israel es, en teoría, el baluarte de la modernidad en un Oriente Medio semifeudal. Sin embargo, este enclave de modernidad, prosperidad y libertad muestra señales de haber sido atrapado por las mentalidades atávicas del oponente más que de haberlo influenciado. Después de 1947, ha crecido cada vez más, como un Estado religioso, de una sola (o hegemónica) fe, típico del feudalismo, y no como un Estado laico, moderno. Unificar el Estado alrededor de la religión fue lo que hizo la España de los reyes católicos, precisamente expulsando a judíos en 1492 y luego a los árabes, también semitas.

La exclusión de lo palestino, su arrinconamiento, es lo opuesto a la multiculturalidad, elemento fundamental de la modernidad. Imaginemos a los gringos en los tiempos de las rebeliones de los derechos civiles en los años sesenta mandando a los negros a Liberia o a un territorio amurallado.

El capitalismo es un proceso laico, multicultural y con inclusión de géneros y razas, precisamente porque el dinamizador del sistema, su combustible, es el emprendedor que entra libremente al mercado y lo moviliza a través de sus acciones, sin que la raza, la fe o el género sean una externalidad obstaculizadora. La inclusión no es un hecho moral del capitalismo liberal, sino una naturaleza que hace fluir al mercado y edifica la ciudadanía.

Israel debe destruir a Hamas, sin duda, e incorporar al pueblo palestino a la modernidad, a los derechos, a las libertades. Este será el difícil camino de un Estado religioso antiguo con resabios feudales hacia a uno moderno y laico, aunque sea predominantemente judío.


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