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Opinión

“El Oleoducto Norperuano está en pésimas condiciones porque no tiene mantenimiento desde que se construyó, hace 40 años”.

Petroperú ha vuelto al ojo del huracán. El 24 de junio, un derrame de petróleo que salió del Oleoducto Norperuano (operado por la empresa estatal) contaminó el distrito de Barranca, en la provincia de Datem del Marañón (Loreto) con 600 barriles de petróleo. El desastre alertó al Ministerio del Ambiente porque, como este es el tercer derrame que se produce este año, el oleoducto se había paralizado y se supone que Petroperú no tenía permiso para bombear.

El presidente de Petroperú, Germán Velásquez, acaba de renunciar, o lo han invitado a retirarse, no se sabe. Lo cierto es que es la tercera vez en el año que tiene que explicar las causas de un derrame que afecta a miles de personas, contaminando su aire, su agua y sus alimentos, paralizando su economía e intoxicando severamente a sus niños, que a veces recogen el petróleo derramado a cambio de una limosna.

Una nota de prensa de Petroperú atribuye el derrame de Barranca a una prueba de bombeo. Pero el ministro del Ambiente, Pulgar Vidal, ha mostrado una boleta de despacho de petróleo del 21 de junio desde la estación 1 hasta la 5 del oleoducto, con un volumen inicial diferente del final, lo cual evidenciaría que el crudo faltante es el derramado en el distrito de Barranca en el Datem del Marañón.

Mientras tanto, la región Loreto protesta y realiza marchas lideradas por el gobernador regional Fernando Meléndez, porque la explotación de los lotes se ha detenido hace meses y el canon petrolero también.

El Oleoducto Norperuano está en pésimas condiciones porque no tiene mantenimiento desde que se construyó, hace 40 años, y Petroperú es el responsable de su manejo. La discusión ideológica acerca de la conveniencia, o no, de que sea una empresa la que debe manejarlo es irrelevante para el presidente de la Asociación Interétnica de la Selva Peruana (Aidesep), Henderson Rengifo, indígena achuar. A él le duele la ausencia del Estado, ese abandono histórico del que invierte en la explotación petrolera pero genera impactos en miles de habitantes amazónicos que viven de la agricultura de subsistencia y la pesca. Los moradores de Barranca están pidiendo equipos de seguridad, botas y ropa especial para recoger el petróleo. Para ellos, la discusión entre instituciones del Estado y poderes políticos es chino cuando tienen el petróleo en la cintura y a sus niños tratando de ayudarlos a limpiar sus tierras y aguas. Lo que falta es responsabilidad, y mientras tanto nuestra gente agoniza en un mar negro de abandono, pobreza y enfermedad.


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