Mi Jaimín me dice que ya no quiere ser presidente. Yo le digo pero tú has nacido para ser presidente, mi amor, yo soy tu mami y te lo vengo diciendo desde que eras niño: eres un líder nato, el Señor te ha creado para que sirvas a tus semejantes, solo vas a cumplir el Plan de Dios cuando aceptes humildemente que debes ser presidente del país que tanto amas. Mi Jaimín me dice que ya no sabe cuál es el país que tanto ama, si su Perú natal que lleva en el corazón o los Estados Unidos donde vive hace no sé cuántos años. Yo le digo tú no eres gringo, hijito, tú eres peruano, más peruano que el ceviche, que el chancho al palo, tú eres bien cholo por parte de tu mami y un poco pituco por parte de la familia de tu papi, que en paz descanse.
Ya no sé qué hacer para convencerlo de que a fines de año se inscriba como candidato presidencial. Le he ofrecido financiarle la campaña, he hablado con mis amigos de La Obra y ellos han movido sus influencias y tenemos un partido político importante dispuesto a lanzarlo, siempre que no se lance el cocinero tan simpático que sale en televisión comiéndose todo lo que se mueve. Le he dicho que la mesa está servida para él, para mi Jaimín, claro, no para el cocinero, porque el cocinero vive con hambre y se come todo antes de que lo sirvan en la mesa. Pero mi Jaimín es un Hamlet, duda si ser o no ser, duda y duda, deshoja la margarita, me dice que lo está pensando. Qué estás pensando, mi amor, ¡qué estás pensando! Hace años debiste lanzarte, te lo dije, te animé, te ofrecí una donación secreta a escondidas de tus hermanos, y al final te enamoraste de tu Silvilín y se fueron a Miami y me dejaste bien plantada. Pero ahora te voy a lanzar aunque no quieras, hijito. Y no me vengas con el cuento de que estás viejo, mal de salud, muriéndote, que yo soy tu mami y sé que eres mi hijo más sano y deportista entre los diez hijos que me dio el Señor, y también eres el más piadoso, el más recto, el más virtuoso y el que ha nacido para servir a sus semejantes.
No sé qué espera mi Jaimín para volver a su Lima natal, entrar de lleno a la política, dejarse de engreimientos y trabajar duro por los más pobres. Yo lo empujo, cada vez que lo voy a visitar le recuerdo que lo estamos esperando, pero él encuentra una excusa para quedarse allá en Miami haciendo un programa de televisión que no lo ven ni los camarógrafos del estudio, y esto lo sé porque cada vez que voy a Miami a visitarlo, llevándole sus pastillas para dormir y sus granadillas que tanto extraña, me invita al programa y yo voy a escondidas de mis otros hijos, que me han prohibido que siga dándole entrevistas a mi Jaimín, y he visto con mis propios ojos que se caen de cansados cómo los camarógrafos en pleno programa de Jaimín están viendo las pantallitas de sus celulares de mamarracho, seguro que están viendo pornografía esos cubanos mañosos, ¡qué falta de respeto a mi Jaimín, él hablando de cómo gobernaría no al Perú sino al mundo entero y ellos chateando con una balsera recién llegada a la Florida!
Mi Jaimín es muy inseguro, muy sensible, muy delicado, todo le afecta una barbaridad. Es lo opuesto a su papi, que en paz descanse, que era un toro chúcaro, una bestia imposible de domar. Pobre mi Jaimín, todavía no se recupera de los traumas de su infancia, porque su papi le daba correazos en el poto calato y le decía hasta la saciedad que iba a ser mariquita. Y mi Jaimín, de tanto escucharlo, se lo creyó y hasta ahora me dice que tiene dudas. Yo le digo déjate de sonseras, hijito, tú eres el más macho de mis hijos, el más viril de todos, eres tremendo galán latino, ya supera tus complejos, tus inseguridades, y lánzate de lleno a la política. Pero él me dice que no sabe, que no quiere, que no puede, que el principal problema es que está acostumbrado a dormir de cinco de la mañana a dos de la tarde, y que no está dispuesto a cambiar ese hábito malsano y que así no se puede ser candidato ni menos presidente. Y yo le digo pero hijito, eso se cura en tres días, solo tienes que ir donde tu tía Ivette, que es una siquiatra de primerísima, y ella te quita todas las pastillas y te enseña a levantarte a las seis de la mañana, a salir a correr varias vueltas a la huaca y luego vienes conmigo a misa en María Reina y a las ocho ya estás con terno y corbata dando órdenes para ser presidente. Porque tú has nacido para liderar, para dirigir, para mandar, y si quieres quedarte no un período sino dos y tres como presidente, yo te apoyo, mi amor, cambiamos la Constitución como te cambio yo los zapatitos Prada que tanto te gustan y te quedas en el poder indefinidamente sirviendo a los pobres, yo te apoyo en eso y en todo. Pero él me dice que no se cree capaz de levantarse temprano, salir a correr y luego oír misa conmigo. Yo le digo no hay imposibles, mi amor, hay incapaces, tú tienes que superarte, tienes que tener fe y cambiar tu vida y enderezarla para el bien, ya basta de tomar caminos chuecos, torcidos. En eso no sé si mi Silvilín me ayuda, porque cuando hablo con ella me dice que no, que mi Jaimín no debe entrar en política, que él es escritor, que no sirve para nada salvo para dormir y es tan ocioso que se cambia de calzoncillos cada cuatro días. Yo le digo escritor de qué, hijita, escritor de adefesios, de novelas libidinosas, de cosas satánicas, escritor que escribe cosas espantosas bajo la influencia del mismísimo Diablo, ¡pues yo no quiero que sea ese tipo de escritor, Silvilín, y tú tampoco, que ya me han contado mis amigas de La Obra que en el colegio querías hacer cosas indebidas con tu profesora neonazi que menos mal no te dio bola!
Al final todo es cuestión de tener fe. Mi Jaimín me dice que ya no tiene fe, que no es creyente. Me parte el alma verlo tan atontado, tan lelo, tan confundido. Cómo puedes decir esas cojudeces, mi amor, le digo yo, si tú desde chico has sido el más pío de mis hijos, el más creyente, el más devoto. ¿Ya te has olvidado de los rosarios que rezábamos en latín, de los retiros en La Obra, de cómo te sacabas veinte en tus clases de religión? Tú sigues siendo creyente, mi amor, sigues teniendo fe, no te engañes, solo que tu fe está dormida y tienes que despertarla y cuando empieces a rezar verás el camino iluminado y entenderás que solo serás feliz cuando cumplas el Plan de Dios. Y para saber ese Plan solo tienes que hablar conmigo o con Dios, y yo lo sé, lo sé desde que naciste, tú no has nacido para escribir cosas adefesieras que nadie lee, mi amor, porque ya ni los hombres afeminados te leen, ya hasta ellos, que eran tu público fiel, se han hartado de ti, tú has nacido para ser presidente, para convertir al Perú en potencia mundial, para llevar la Palabra de Dios a los rincones más inhóspitos de tu país bien acholado y para recuperar el Huáscar que nos quitaron los chilenos. Y yo no me voy a morir hasta verte presidente, Jaimín, yo te voy a lanzar aunque no quieras y te voy a pagar toda la campaña y después me nombras Embajadora en el Vaticano y recién entonces me podré morir tranquila, en paz, sabiendo que mi hijo mayor, mi primogénito, recuperó la fe y por fin hizo algo útil con su vida.
Ahora en dos semanas voy a ir a ver a mi Jaimín y ya me ha mandado con su chófer como quinientas pastillas para dormir y yo se las llevo junto con varias bolsas de granadillas y pobre el gringo insolente de la aduana que me las quiera quitar, yo soy Dorita Mary Lerner y a mí nadie me rebusca mi maleta ni me confisca mi fruta fresca. Voy porque es su cumpleaños y porque tengo que sacarlo de la modorra en la que vive mi hijo, tremendo dormilón, y porque es mi misión de madre, cristiana y peruana abrirle los ojos a semejante manganzón y decirle que a fines de año tiene que regresar a Lima y anunciar su candidatura antes de que el cocinero tan simpático lo atrase y se lo coma como chancho al palo. Pobre del cocinero que trate de hacerle plancha quemada a mi Jaimín, que yo misma voy a su Panchita o su Papacho y lo agarro a rodillazos en los huevos. Nadie está más preparado para ser presidente del Perú que mi Jaimín, y a los que se ríen de mí, les digo el que ríe último, ríe mejor, y ya nos vemos el 28 de julio del 2016 en Palacio.
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