23.NOV Sábado, 2024
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Opinión

Manera # 1: la anaconda de Guty.

Ricardo Vásquez Kunze,Desayuno con diamantes
Cada época tiene enemigos a su medida. Los del tiempo de Karl Popper, el filósofo de “La sociedad abierta y sus enemigos”, eran formidables. Platón, Hegel y Marx inspiraron a generaciones de autócratas y totalitarios contra los principios de la libertad, que eran los que defendía Popper y las democracias occidentales que derrotaron al fascismo y tuvieron que convivir con el comunismo durante casi todo el siglo XX.

No sé si a estas alturas del siglo XXI alguien sabe todavía quiénes fueron esos gigantes. Teniendo en cuenta mi esporádica experiencia como profesor universitario, lo dudo mucho. No estudié Filosofía, pero en el primer ciclo de la universidad nadie tenía que enseñarme quiénes eran Platón, Hegel y Marx. De eso hace 30 años. Cuando hoy, en un posgrado, los alumnos se alzan de hombros preguntados por Nixon, Kissinger o el escándalo de Watergate, pues, ¡qué les puedo decir! Solo me queda, como Nerón, sacar mi “vaso de lágrimas”.

Sea como fuere, el hecho de que las sociedades abiertas hayan tenido que contender contra semejantes colosos del pensamiento y hayan sido capaces de liquidar a las autocracias imperiales y a Hitler y a Mussolini y a los herederos de Lenin y Stalin, que se afirmaron en sus ideas, dice mucho de los vencedores. Sí: la democracia liberal.

Esa misma que hoy les permite a los peruanos expresarse libremente, elegir a quienes les dé la gana, postular a granel si así lo quieren, adquirir tarjetas de crédito y comprar autos, pagar hipotecas, hacer negocios y enviar a sus hijos a colegios y universidades caras, donde, paradojas de la vida, nadie tiene ni la más remota idea de a quién o a quiénes deben el disfrute de la libertad de estar sentados donde están.

Así las cosas, los enemigos de la sociedad abierta, o sea, nuestra sociedad, están hoy a la “altura” de los tiempos. Y no son, como creen algunos, ni los caviares, ni García Sayán, ni el Movadef, ni la desaceleración ni la “trampa de los ingresos medios”. ¡Qué va!

Cuando en una comunidad de hombres libres los referentes culturales que animan el espíritu de las generaciones que tomarán la posta son la “anaconda” de Guty, el “formol” de Melissa o el “rabo” de Milett es que las cosas no marchan. Ya no son el menú del populacho, que siempre ha existido y existirá. Son el pousse-café de los que deciden. Y eso es grave.

La clave del triunfo de la libertad es el equilibrio. Este no es posible sin la responsabilidad. Son los mejor informados los que tienen el poder de ejercerla. En términos morales para con la libertad, es ante todo un deber si uno goza de ella.

Cuando ese equilibrio se rompe, sobreviene el desastre. El mercado deja de regularse solo y, entonces, el sebo de culebra –bonos basura, realitys, ¡qué más da!– se enseñorea de la oferta y la demanda.

En la economía es la ruina. Mal que bien se puede salir de ella, pero en la cultura es la muerte de la libertad. Y los capitalistas deberían tomar nota, más que de la ruina de la economía, de la muerte de la libertad. Extinta esta se abre la caja de Pandora y los males terminan por arrasar con todo.

De ahí que no haya manera más estúpida de morir para una sociedad abierta, vencedora de titanes como Platón, Hegel y Marx, que reventada por la “anaconda” de Guty. Eso sí que sería una tragicomedia sideral.


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