04.MAY Sábado, 2024
Lima
Última actualización 08:39 pm
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Opinión

Hablar de accidentes de tránsito debería ser un asunto de Estado. Díganmelo a mí que debo reportarlo, cada noche, luchando por no mirar la pérdida de vidas con indiferencia, como parecen observar las autoridades responsables. Estamos contando muertos como si viviéramos en medio de la peor de las guerras. Pero, además de las vidas ‘llevadas de encuentro’, el país pierde más de tres mil millones de dólares anuales porque nuestra dirigencia es incapaz de liderar una cruzada que minimice esta sangría, provocada básicamente por la laxitud de la autoridad y la incapacidad para la ejecución de medidas preventivas y de aplicación de la ley.

Entre enero y marzo vamos enterrando a 156 peruanos, quienes fallecieron en accidentes de transporte masivo. Al año se realizan 70 millones de viajes interprovinciales. El transporte urbano realiza 15 millones de viajes diarios. El 80% de la carga en el Perú se mueve por carretera y en camiones cada vez más grandes y pesados. ¿Qué estamos esperando? ¿No nos damos cuenta de que es necesario tomar este ‘toro mortal’ por las astas? Escucho a quienes dirigen nuestros destinos, desde el propio presidente de la República, lamentar cada evento. ¡Pero si deberían ser parte de la solución! ¿Por qué, de una vez por todas, no exigimos una legislación que forme una autoridad autónoma que tenga el poder y el presupuesto para aplicar una visión integral, que solucione el problema de seguridad vial? Así como están las cosas –el Ministerio de Transportes, el municipio de Lima, las comunas distritales y los gobernadores regionales actúan por su cuenta, sin objetivos nacionales–, no habrá manera de afrontar el problema de fondo. No se trata de inventar la pólvora. Se trata de que quienes tienen a su cargo conducir el país no sigan “mirándose el ombligo” o las espaldas. Es imperativo encontrar soluciones integrales que logren una sociedad más civilizada, en la que la ley no exista para ser pisoteada. ¡Basta de lutos que pudieron prevenirse!

P.D. Mamá Teresa, un beso hasta el cielo.


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