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Opinión

Carlos Meléndez,Persiana Americana
El domingo pasado, el marketero Rolando Arellano fue entrevistado por Mariella Balbi para El Comercio y, entre varias de sus opiniones, resalta la comparación entre empresarios y políticos. Los primeros se dan más cuenta de los cambios de la sociedad peruana y reaccionan al respecto; los segundos, no. “(Las empresas) notan que hay peruanos distintos que requieren un Megaplaza, llevarles modernidad…, pero la política no nota eso”.

Por un lado, la comparación es injusta. La lógica empresarial es más pragmática porque ve a las personas como consumidores, mediados por una operación mercantil. Identificar patrones de consumo es abordar un aspecto superficial del comportamiento. La lógica política es mucho más compleja porque se trata de forjar identidades con respecto a propuestas para lograr el bien común, no solamente la satisfacción individual, como sucede en el mercado.

Ello no atenúa la irresponsabilidad de nuestra clase política, que hace tiempo no genera ofertas atractivas. Mas no creo que se deba a que insisten en “sus criterios tradicionales de izquierda y derecha, proletarios y empresarios” (Arellano dixit), sino todo lo contrario: a que no aplican estos conceptos a la realidad.

Los políticos se limitan a identificar puntos relevantes de la problemática social (por ejemplo, la inseguridad), pero no plantean formas distintivas de hacerlo (por ejemplo, participativas o de “mano dura”). Si invirtieran en la consistencia ideológica de sus propuestas (izquierda/derecha, liberal/conservador, clasista/igualitario) darían más realce a sus candidaturas. Volver a los conceptos tradicionales actualizados es fundamental para enraizar la política y, obviamente, dejar de depender tanto del (pre)marketing huachafo que inunda nuestras calles.


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