23.NOV Sábado, 2024
Lima
Última actualización 08:39 pm
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Opinión

Carlos Meléndez,Persiana Americana
El resultado de Datum conmocionó a la opinología: el 41% de limeños votaría por un candidato que “roba, pero hace obra”, en contra de un 55.7% que no. A partir de esta sola cifra se han vertido convenientes especulaciones: se trata de los votantes de Castañeda, los ‘pobladores’ más pobres de los conos y los más informales.

Nadie ha hecho un análisis serio. Comencemos. Quienes votarían por un candidato de este perfil deshonesto varían por nivel de ingresos. El porcentaje es más alto en las clases bajas (50% en D y 48% en E), promedio en C (39%) y más bajo en A y B (30%). Ok, el bajo ingreso y la informalidad podrían explicar el pragmatismo en D y E, pero ¿en A y B? ¿Por qué uno de cada tres limeños de clase acomodada y más formal también votaría por un ladrón?

Este tipo de candidato es más popular entre mujeres y jóvenes. Entre las mujeres, un 46% lo respaldaría (36% entre los hombres). Por rango de edades, el favoritismo por el que “roba, pero hace obra” es 44% entre los de 18 y 24 años, 49% entre los de 25 y 34 años, y menor a 40% entre los rangos mayores. De esta manera, hay más probabilidad de que este fenómeno se acentúe en el futuro. A nivel de preferencias electorales, hay algunas sorpresas. Si bien es cierto que, entre quienes respaldan a Castañeda, el porcentaje del “que roba, pero hace obra” es mayor (57%), no es nulo entre aquellos que apoyan a Villarán (20%). Sin embargo, ella no monopoliza a los electores éticos. Entre quienes apoyan a Heresi el porcentaje de quienes votarían por un candidato deshonesto es similar (21%). Por eso, una campaña contra la indecencia beneficia tanto a Villarán como a Heresi. De ahí el error de la alcaldesa en polarizar corrupción vs. honestidad, porque podría favorecer a otro rival.


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