26.NOV Martes, 2024
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Última actualización 08:39 pm
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Opinión

“Porque el producto bamba que vende Burga y su federación de clubes privados nunca ha dejado de tener millones de clientes fieles”.

La frase pertenece a Manuel Burga, el presidente de la Federación Peruana de Fútbol. Es una gran paradoja la sentencia que lanza, pues nunca una frase ha sido, a la vez, peor y mejor puesta en cuanto a la democracia peruana se refiere.

Resulta así que aquel que representa “la democracia del fútbol peruano” es rechazado por el 88% de los encuestados hace un par de meses contra solo un 6% que lo aprueba. Apenas el año pasado, cuando el Perú fue eliminado de la carrera hacia el Mundial, la encarnación de la democracia del fútbol peruano era vetada por el 93% de los encuestados, mientras el 63% hallaba responsable a su directiva del fracaso y el 97% le exigía la renuncia en un cargo por el que Burga está haciendo hoy lo indecible por reelegirse una tercera vez. Si consideramos que la encuesta tiene un margen de error de +/- 3%, tenemos entonces que, muy probablemente, “la democracia del fútbol peruano” enfrente al 100% de la desaprobación pública.

Sin embargo, a Burga no le falta razón en su frase, que refleja la innegable descomposición de un sistema democrático que es incapaz de resolver los problemas que se le presentan, como el de las mafias que corrompen instituciones públicas (regiones, municipios) y privadas (universidades, clubes, federaciones deportivas) y del que Burga se ha convertido en símbolo viviente. En otras palabras, lo que estamos presenciando aquí en términos políticos, que es lo que nos interesa, es el suicidio de un sistema: la democracia y el Estado de derecho no sirven para nada en el Perú. O al revés, solo sirven para prohijar y apañar con sus leyes un statu quo de sinvergüenzas. La pregunta que salta es esta: ¿hasta cuándo puede durar un sistema así?

Pero, si la democracia va de mal en peor, el mercado no se queda atrás. Han hecho bien Mario Ghibellini, en Político.pe, y Federico Salazar, en El Comercio, advirtiendo la naturaleza privada de la Federación Peruana de Fútbol para aquellos que pretenden una “intervención” gubernamental y que, a estas alturas, deben ser los millones de peruanos que representan a ese 100% que exige que Burga y los suyos se vayan a su casa.

Sin embargo, lo que hay que advertir también es que, si Burga está donde está, es porque el mercado, que debería ser el verdadero interventor para poner en su sitio a cualquier emprendimiento privado que brinda un mal servicio al público, no funciona ni por asomo. Porque el producto bamba que vende Burga y su federación de clubes privados nunca ha dejado de tener millones de clientes fieles y cientos de proveedores de servicios que medran a su alrededor. ¿O acaso cuando juega la selección de Burga los estadios están vacíos? ¿O la televisión deja de comprar los derechos para transmitir un bodrio comprobado? ¿O los programas deportivos han relegado al desastroso fútbol peruano al minuto final de sus espacios? ¿Dónde está pues ese 100% de rechazo en el mercado?

No; ni la democracia ni el mercado están funcionando aquí. Que Burga sirva al menos para darnos cuenta del grave peligro en el que estamos los que no creemos ni en las dictaduras ni en los populismos estatales.


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