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José Carlos Yrigoyen: El regreso de Binet [Opinión]

“Binet posee una solvencia narrativa y un sentido del humor casi siempre certero que le permite ironizar sobre la intelligentsia francesa entre finales de los setenta (…)”.

Entre los libros más memorables publicados en los últimos diez años se encuentra, sin lugar a dudas ni murmuraciones, HHhH (2011), magistral debut de Laurent Binet (París, 1972). Aclamada por la crítica y los lectores a nivel mundial, se trata de una novela histórica que no solo tiene el mérito de cuestionar, quebrar y reformular con pericia los cánones del género, sino que echa mano de una historia mil veces contada antes –la del exitoso atentado contra Reinhard Heydrich, Protector de Bohemia y Moravia durante el régimen nazi– y nos la devuelve fresca, original y rematada con un clímax narrativo extraordinario, difícil de igualar.

Seis años ha demorado Binet en entregarnos una nueva novela. Supongo que la presión al escribirla debe haber sido muy fuerte luego de haber demostrado la altura literaria a la que es capaz de llegar. Su más reciente entrega se llama La séptima función del lenguaje y hay que decir desde ya que está lejos del nivel de HHhH, lo cual no significa que sea un mal libro.

La premisa de La séptima función del lenguaje es más que sabrosa: en 1980 Roland Barthes, uno de los críticos y semiólogos más importantes del siglo pasado, muere atropellado en una calle de París. Aunque su muerte es considerada un accidente, el servicio secreto francés cree que se trata de un homicidio y ordena al inspector Bayard, un hombre tosco y ultramontano, encargarse del caso junto a Simon Herzog, joven e idealista profesor universitario. La cosa se complica cuando ambos descubren que la muerte de Barthes se debe a que este iba a anunciar el descubrimiento de una nueva función del lenguaje, aparte de las seis ya conocidas: una que es capaz de manipular la voluntad de los receptores en cualquier circunstancia.

Esta buena idea da pie a una sátira intelectual y detectivesca irregular. Binet posee una solvencia narrativa y un sentido del humor casi siempre certero que le permite ironizar sobre la intelligentsia francesa entre finales de los setenta y principios de los ochenta, época, por lo demás, muy bien reconstruida en la novela. Cuando Binet apela a la parodia de figuras como Todorov, Eco, Foucault y su respectivo legado, el ritmo no decae nunca: encontramos incluso pasajes vertiginosos y contundentes como aquel en que se relata, en simultáneo, las reacciones de los principales pensadores galos al informarse por la televisión sobre la muerte de Barthes.

Pero cuando el autor se aleja de estos territorios, la novela decae notablemente. Quizá sea porque la pareja dispareja de investigadores no da la talla: los desencuentros ideológicos y personales de ambos en un momento se vuelven predecibles y cansinos. Herzog nunca levanta vuelo del todo, mientras que el desarrollo del mucho más interesante Bayard se queda a medio camino, sin explotar todas las posibilidades humorísticas que el personaje ofrece. Lo cierto es que cuando Binet acomete la resolución del complejo mecanismo que ha puesto en marcha, esta es forzada, demasiado larga, poco atractiva y deja la insatisfactoria sensación de un libro que va claramente de más a menos, aunque en el camino disemina varios aciertos parciales que la libran de ser del todo fallido. O para decirlo de otra forma: gana por puntos, pero uno añora el nocaut que nos sacudió y deslumbró en su primera novela.

Laurent Binet:

  • La séptima función del lenguaje
  • Seix Barral, 2016. 441 pp.
  • Puntuación: 3/5

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