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En nombre del mirón, por José Carlos Yrigoyen [Opinión]

“El motel del voyeur es, en lo que concierne al universo Talese, un título menor, ligero, casi un divertimento. Lo que no significa que no sea un buen libro (…)”.

La trama pudo ser extraída de una de esas baratas novelitas eróticas, de portadas lúbricas y estridentes, que se vendían en los Estados Unidos entre los años cincuenta y setenta: un hombre cuarentón, ex marino, voyeur inveterado, compra un motel para satisfacer sus bajos instintos e instala una plataforma en los ductos de ventilación con el objetivo de poder espiar a sus clientes sin ser detectado. Durante casi veinte años anotó todo lo que observaba y completó un diario repleto de historias, comentarios y hasta estadísticas sobre los cambios de costumbres de los huéspedes, año por año.

Parece una licenciosa ficción, pero no lo es: ese hombre existe, se llama Gerald Foos y un día de 1980 le escribió a Gay Talese, uno de los padres del Nuevo Periodismo, autor de ambiciosos y estupendos reportajes como Honrarás a tu padre (1971) o La mujer de tu prójimo (1980), pidiéndole que narrara sus vivencias en un libro. Después de años de dudas y escrúpulos, Talese presenta El motel del voyeur, que ha suscitado diversas reacciones a favor y en contra.

La más esperable fue objetar la veracidad de los hechos contados y asegurar que tenían toda la apariencia de un bulo, lo que provocó que el mismo Foos, insólitamente, saliera a los medios a defender su versión y a confirmar los ilícitos que desencadenó su parafilia.

Resulta algo abusivo exigirle a Talese, de 85 años y seis décadas dedicadas a su oficio, que nos vuelva a entregar una de las monumentales y bullentes crónicas que lo consagraron como una de las figuras fundamentales de la no ficción. El motel del voyeur es, en lo que concierne al universo Talese, un título menor, ligero, casi un divertimento. Lo que no significa que no sea un buen libro, que podemos considerar complementario o subsidiario de La mujer de tu prójimo: ambos tienen como meta descubrir los movimientos secretos de la sexualidad en la sociedad norteamericana y escrutan un periodo histórico similar.

Es evidente que el gran gancho de El motel del voyeur son las infidencias de Foos, minuciosamente anotadas en sus diarios: ante nuestros ojos desfila una verdadera fauna de parejas delirantes, masturbadores, incestuosos, prostitutas, drogadictos y hasta un asesino. Y es cierto que muchas de ellas son realmente amenas y sorprendentes, y que es difícil contrarrestar el morbo que nos impele a proseguir la lectura. Pero, al igual que en La mujer de tu prójimo, lo más valioso aquí es apreciar cómo los veloces acontecimientos que ocurrían en el país afectaban radicalmente lo más privado de millones de personas: el auge del cine pornográfico, la guerra de Vietnam, el consumo de drogas son protagonistas ineludibles de estas indiscreciones de alcoba.

Pero de todos los hombres y mujeres que se desnudan en estas páginas, el más expuesto y el más interesante es sin duda Gerald Foos. Entre las múltiples anécdotas de cama que Talese desgrana se completa, paso a paso, la biografía de un sujeto que desde muy pequeño iba edificando una personalidad sinuosa, llena de dobleces y una vida en la que su obsesión sexual ocupaba cada vez más espacio, hasta coparla y dirigirla en todos los aspectos. Mientras avanzamos la lectura su figura se consolida frente a la colección de coitos y secreciones que exhibe con orgullo. Y es imposible mostrarse indiferente con este individuo que motivado por sus experiencias de la infancia y de la adolescencia, eligió el solitario camino de quien necesita ocultarse entre las sombras para alcanzar el placer que otros consiguen entre unos brazos ajenos.

No es un gran libro, ya lo dije, pero puede resultar buena compañía en estos días calenturientos.

Puntuación:

  • El motel del voyeur (Alfaguara), 2017. 227 pp.
  • Relación con el autor: ninguna
  • Puntuación: 3.5/5

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