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Shane Greene: “La movida subterránea te permite repensar el conflicto armado de los ochenta”

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Investigador se aproxima al movimiento subte surgido en los ochenta desde el libro ‘Pank y revolución: 7 interpretaciones de la realidad subterránea’.

Mijail Palacios Yábar

Mijail Palacios Yábar

@mijailpy

Leyó a José Carlos Mariátegui cuando tenía unos 20 años. Conoció sobre la movida subterránea a los 38 años. Y hoy, a los 46, publica el libro ‘Pank y revolución: 7 Interpretaciones de la realidad subterránea’ (Pesopluma), nombre que hace alusión a la obra del amauta. Así el antropólogo norteamericano Shane Greene se aproxima a la generación de botas, imperdibles, casacas de cuero y gritos rebeldes que emergió en los difíciles años ochenta.

¿Por qué hacer el libro?

-Fue algo muy personal, porque yo crecí como un chico hardcore en Estados Unidos, en los años 80. Por más que uno se va por otros caminos descubriendo cosas, siempre quedan las vivencias de la adolescencia: la música. Fue una manera de reconectar con mi pasado. Por otro lado, cuando me enteré de la movida subterránea, hacia finales del 2008, sentí que había algo súper raro e interesante, precisamente por el contexto político del Perú cuando nace esa movida.

En el libro aborda lo subte desde conceptos como subproducción e identidad. ¿Lo subterráneo no ha sido bien abordado o entendido en su real magnitud?

-Este libro no tiene la intención de aclarar que todo lo que se ha escrito está mal. Incluyo teoría social y cultural para abordar el tema no desde un punto de vista testimonial ni tampoco para tratar el contexto histórico, político, social en que nació, sino abordarlo desde una posición etnográfica y teórica. Más allá de su propia movida y de la música que han producido, quiero formular preguntas sobre qué importancia social, política, material y cultural tiene.

Uno de los ensayos titula “El problema del pituco”, que evidencia cómo se reproduce la discriminación incluso dentro de esa movida.

-Era un reflejo de lo que vivía el Perú en esos años, en la guerra interna. Es un micro conflicto dentro de un conflicto mucho más grande.

Y dentro de un movimiento que se supone crítico.

-Pero eso pasa en todas partes, en cualquier grupo que se proyecta como contestatario siempre lleva sus propias contradicciones. En un momento pueden haber declaraciones contestatarias y en otras circunstancias, se muestran como unos mediocres más.

¿Es posible sostener que el problema primario del Perú es el pituco?

-Si se lee con mucho cuidado ese ensayo, sobre todo en la parte final, cuando digo pituco lo defino como dos cosas, más allá del racismo o clasismo: poder y privilegio, que van de la mano y que forma la base ideológica, material, social de la sociedad peruana. En toda sociedad hay un término parecido.

Usa el término ‘cholopunk’ en vez de ‘misiopunk’. El primero tiene una connotación racial y el segundo más económica. ¿Por qué?

-Según lo que he investigado en canciones y fanzines ser ‘misiopunk’ era equivalente a ser ‘cholopunk’. La palabra misio tiene también una connotación moral, cierta sospecha por la pobreza. En cambio, cholo ya lleva por dentro la misma connotación de pobre, que sufre, pero que a la vez es discriminado por un asunto racial. Engloba todo el panorama, desde lo material hasta lo racial. El cholo siento que es el opuesto lógico del pituco.

A propósito de este tema, cita un episodio en un concierto en Magia, en donde se habría dado una fricción entre ‘pitupunks’ y ‘cholopunks’. Hay quienes niegan que haya ocurrido eso y que más bien usted exagera. ¿Qué opina?

-En la grabación que existe de ese concierto efectivamente se escuchan insultos, algún tipo de discusión. Hay gente que dice que el conflicto mayor (o incluso el único) se dio en el concierto del colegio Reyes Rojos. Pero quién va negar que hay un conflicto entre el sector pituco y cholo en Lima, sería tonto ignorar ese problema.

En el cuarto ensayo aborda el papel de la mujer en la movida subte y la ausencia del quechua. ¿Fueron efectivamente los puntos flacos de una movida que pretendía cambios en la sociedad?

-Ese ensayo, efectivamente, identifica dos problemas mayores. Muchas manifestaciones de entonces indicaban a Ayacucho como el símbolo central de la guerra, pero curiosamente hubo muy pocos intentos de experimentar con elementos de esa parte del ande, de establecer un diálogo a nivel de instrumentos, música o con el mismo quechua. Salvo el caso muy excepcional de Támira Bassallo (Salón Dadá). Y sobre el papel de la mujer, fue brutal la falta de interés, de abrir más espacios, siquiera tratarlas bien. Las movidas punks en otras partes también han sido muy machistas, francamente. Pero el caso de María T-ta fue particularmente brutal. No sé si el machismo es más fuerte en el Perú o simplemente fueron circunstancias. Ella trataba de provocar la risa. Todo eso junto: mujer, feminista, antimachista, provocar la risa en vez de gritar enojada (que viene a ser el performance punk más clásico) representaban un paquete que el subterráneo promedio no supo comprender.

El subte que irrumpía, que estaba en contra, cuestionaba y que pretendía ser auténtico, al final resultó conservador, racista y machista.

-Igual que la sociedad (risas). Por más que se es contestatario, somos también sujetos dentro de la misma sociedad. Es difícil e imposible liberarnos completamente de nuestras contradicciones. Sería pedir demasiado.

Un elemento que es transversal al libro es la relación de la movida subte con Sendero Luminoso (SL). ¿Esa fue otra motivación para escribir este libro: demostrar que hubo diferencias entre ambos grupos?

-Claro. Y para mí, eso es lo más importante del libro, que se centra en que esta movida es muy interesante porque precisamente planteó otra posición política dentro de un contexto político definido, determinado por la extrema izquierda (SL) y la derecha (el Estado represivo). Y lo que proponen los subtes es algo muy distinto porque parte de una práctica cotidiana del anarquismo, del hazlo tú mismo, como una plataforma de acciones, ideas y estéticas, de cierto grado de autonomía, de producción cultural, musical y artística. Que era todo lo contrario a lo que iba hacer sendero si ganaba esa guerra. Te permite repensar el conflicto armado de una forma muy distinta.

Pero también es cierto que hubo ambigüedad hacia SL en ciertos sectores subterráneos.

-Sí claro, y ambigüedad en todo sentido: qué poner en el afiche, en tus letras y qué acciones tomar. Pero la mayoría de ese movimiento dijo que no, que la militancia en SL no era la opción. Había un anarquismo militante.

¿Diría que lo subte es un fenómeno netamente de los ochenta y comienzos de los noventa?

-No me gusta decir que hay un momento en el que nace y otro en que se muere un movimiento como este, porque no vivimos la historia así. Es un fenómeno social, político, cultural, musical al que no deberías asignarle los mismos atributos de un organismo biológico, que nace, crece, madura y muere. Hay un legado, un diálogo constante con ese momento, con esos actores, con esas bandas, artistas. El mismo movimiento subte nace de un diálogo con otras experiencias artísticas anteriores dentro del Perú y fuera. Y ahora ha producido algo que nosotros estamos tratando de entender: qué fue en su momento y qué significa ahora.

¿Y qué significa ahora?

-La necesidad de repensar el conflicto interno de otra manera, que no es ni marxista ni a favor del Estado. Implica una serie de preguntas sobre cómo repensar el punk en los casos más icónicos de EE.UU. e Inglaterra, que casi siempre es reducido a la rebeldía del fin de semana sin posiciones políticas, críticas. La movida subterránea plantea, para mí, otra posibilidad de cómo planteamos preguntas políticas.

En ese diálogo constante, sin fecha de caducidad o de inicio, ¿en qué momento está hoy?

-Si me hubieses hecho esa pregunta hace tres o cuatro años atrás, no sé qué hubiese respondido, pero ahora que han salido varios libros sobre el tema, que estudiantes están tomando esto como objeto de estudio, personas que están haciendo documentales, que se alista un libro sobre María T-ta, etc., diría que es una etapa de redescubrimiento. En todo caso, los actores contemporáneos tienen la respuesta.


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