20.MAY Lunes, 2024
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Opinión

El pesimismo en las actuales circunstancias es absolutamente estéril y distrae de las tareas y reformas imprescindibles que debe acometer el Estado.

Roberto Abusada,Uso de la palabra
Economista

Las últimas noticias sobre la economía peruana en la semana que termina han llevado a crear una percepción de que –usando el léxico económico del presidente– esta vez sí estamos en un período de vacas flacas: caída en precio de los minerales, inversión privada que no crece como antes, menores exportaciones, expectativas empresariales que no se recuperan. Los medios han querido coronar el pesimismo con la inusitada cobertura de un aparente entredicho entre el presidente del BCR y el titular del MEF; hasta el premier se ha pronunciado al respecto –algo que, dada la alta alternancia del puesto que ocupa, genera más intranquilidad que calma.

Es cierto que tanto el BCR como el MEF han rebajado sus estimados de crecimiento y exportaciones para este año, pero eso demuestra sobriedad y responsabilidad en las proyecciones y debería traer tranquilidad. Prever un crecimiento en el orden de un respetable 5.5% indicaría que el Perú volverá a campeonar en crecimiento en Sudamérica.

Por otro lado, reportar el crecimiento económico mensualmente y no cada trimestre, como es norma en la mayoría de países, empaña inútilmente la percepción del crecimiento. En enero, por ejemplo, el crecimiento de 4.2% deprimió a muchos; en febrero, Gobierno y analistas se sorprendieron positivamente con el 5.72% que reportó el INEI. Toca ahora recibir la noticia de marzo donde todos (no yo) creen que se superará el 6%, porque este año marzo tiene más días laborables porque la Semana Santa este año cayó en abril. Por esta razón, abril traerá un crecimiento menor al 4%. Hubiera sido mejor proyectar el crecimiento del primer trimestre –que con toda probabilidad se situará en el 5%– y nos hubiéramos evitado toda la montaña rusa emocional que ocasiona estar midiéndole el aceite al motor del carro de la economía en cada esquina.

Personalmente, pienso que el pesimismo en las actuales circunstancias es absolutamente estéril y, lo que es más grave, distrae de las tareas y reformas imprescindibles que debe acometer el Estado. Con respecto a la coyuntura actual creo lo siguiente:

1. Los precios actuales de los minerales son, en el contexto histórico, excelentes.

2. Este año creceremos 5% o algo menos –un buen resultado en las circunstancias actuales.

3. Tendremos un pequeño superávit fiscal –algo envidiable.

4. La cuenta corriente mejorará ligeramente.

5. El crecimiento del crédito al sector privado (14.5%) y la morosidad (2.3%) no son preocupantes.

6. La inversión privada crecerá poco, pero se mantendrá constante como el porcentaje del PBI en el nivel alto que hoy tiene.

7. Reservas internacionales enormes, ahorro público y baja deuda pública soportan la fortaleza macroeconómica. En resumen, la economía está hoy en excelente estado de salud. Ahora bien, que podría crecer 7% en lugar de 4.5% estoy seguro: la China está creciendo menos, pero las economías desarrolladas se recuperan. Nuestros problemas no están allí; están aquí en casa: cero reformas, ruido político, trabas burocráticas insufribles. No culpemos al mundo de nuestros propios problemas.


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