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Opinión

Las negociaciones están generando reglas que se parecen a un plato de tallarines: un enredo en el cual el intercambio comercial mundial se desvía de un país a otro en función de acuerdos parciales.

Roberto Abusada,Uso de la palabra
Economista

La Organización Mundial del Comercio (OMC) parece destinada al eterno desacuerdo. Integrada por 159 países, se encuentra entrampada por más de 12 años en la ronda de negociación de Doha, lanzada en Qatar el 2001. Mientras tanto la liberalización bilateral entre países, así como otros acuerdos comerciales entre grupos de países, han avanzado con extraordinario dinamismo.

Jagdish Bhagwati, el economista más importante en el área del comercio internacional, ha advertido sobre la proliferación de los tratados de libre comercio y otras iniciativas de integración. Bhagwati nota que las negociaciones comerciales están generando reglas que se parecen a un plato de tallarines: un enredo dentro del cual el intercambio comercial mundial se desvía de un país a otro en función de acuerdos parciales y no de acuerdos multilaterales de liberalización que fomenten cada vez más comercio.

En los años noventas, coincidíamos con el profesor Bhagwati en que el Perú no podía esperar a que se produzca el milagro por el cual 159 países se pongan de acuerdo en la OMC para poder entonces liberalizar su comercio y conseguir acceso a los principales mercados mundiales. En efecto el Perú, gracias a sus muchos TLC, goza hoy de acceso preferencial para más del 90% de sus exportaciones, pero subsiste sin embargo, el problema del plato de tallarines.

Tenemos tratados bilaterales con varios países latinoamericanos y TLC con las economías más avanzadas del mundo. Así, dependiendo de aquello que queramos exportar o importar, estaremos mirando al socio comercial que más nos conviene no solamente en términos de eficiencia económica y técnica sino también (y a veces de manera determinante) a las reglas y tratados se apliquen. Estaremos, por ejemplo, dejando de importar de un país vecino algún producto para importar otro idéntico ahora de EE.UU. porque, bajo las reglas del TLC con EE.UU., nos conviene más. En ese caso, la liberalización no habría creado nuevo comercio, sólo lo habría desviado. En ese sentido, no se ayudó a crear bienestar real sino sólo un menor cobro en la aduana.

La afinidad entre los países que conforman la Alianza del Pacífico —Perú, Chile, Colombia y México— ha permitido una liberalización expeditiva que irá mucho más allá del comercio de mercancías para incluir acuerdos para la libertad en el movimiento de capitales, servicios y personas. El Perú también integra el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) con Australia, Brunei Canadá, Chile, Estados Unidos, México, Japón, Nueva Zelanda, Singapur y Vietnam. El TPP, cuyas economías que en conjunto superan largamente a la Unión Europea, ha tomado un impulso excepcional del que el Perú se beneficiará. Es probable que pronto nos veamos teniendo relaciones comerciales con algún país con el cual compartamos hasta tres tratados, cada uno con aranceles y reglas de comercio dispares. La Alianza del Pacífico debería aprovechar el prestigio internacional que ha cobrado y propugnar dentro del TPP la homologación de acuerdos. Se trata de crear, y no sólo desviar, más comercio para poder saltar del plato de tallarines.


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