20.MAY Lunes, 2024
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Opinión

La Alianza del Pacífico nació como una inicitiva peruana desde el Estado. Estando abierta al mundo, no tiene sentido crear barreras.

Roberto Abusada,Uso de la palabra
Economista

La semana pasada en Cartagena de Indias, los cuatro presidentes de los países de la Alianza del Pacífico (AdP) acordaron liberar totalmente el 92% del total de su comercio. La voluntad política de sus gobiernos ha definido también el fin último de esta Alianza como “un mecanismo de integración, con el objetivo de crear un espacio donde la libre movilidad de bienes, servicios, personas y capitales prospere”.

A diferencia del incurable MERCOSUR o la Comunidad Andina que pretendieron una integración entre países cerrados al resto del mundo, la AdP nace sin complejos después que cada uno de sus integrantes tiene en gran medida libre comercio con los países más eficientes y competitivos del mundo. Los cuatro países tiene TLCs con EE.UU. y la Unión Europea mientras que el Perú, Chile y México los tienen con muchos países del Asia incluyendo Japón y China. Se trata así de un pacto de integración abierto al comercio mundial, y representa la oportunidad de crear una formidable plataforma para el crecimiento, el empleo, la innovación y competitividad de cara al comercio mundial, y particularmente, con el del Asia-Pacífico.

La AdP nació como una iniciativa peruana desde el Estado, sin embargo, ha sido la realidad de los hechos del mercado aquello que la hace viable ya que, estando abiertos al mundo, no tiene sentido crear barreras entre nosotros.

Claro que nada garantiza que en el corazón de algunos políticos no habiten aún inclinaciones proteccionistas. Tampoco está garantizado que disminuya la presión de grupos empresariales o laborales en contra del libre comercio.

Hemos visto hace poco al presidente Santos de Colombia, ceder al chantaje de sus agricultores e imponer restricciones (hoy reducidas parcialmente) a las exportaciones del Perú y otros países. También vemos, intermitentemente, que el liberal gobierno chileno recurre a iniciativas fitosanitarias para impedir importaciones agrícolas. Tampoco, a decir verdad, ni el Perú, con sus recientes medidas “antidumping”, ni México se han mostrado libres del reflejo proteccionista.

Rodrigo Botero, ex Ministro de Hacienda de Colombia y quizás el economista más influyente de su país, mostraba hace pocos días su preocupación frente a la actitud refractaria de la Sociedad de Agricultores de Colombia frente a la AdP criticando su “nostalgia por una economía cerrada”

En mayo del 2011, asistí emocionado a la “Cumbre de Lima para la Integración Profunda” donde se creó oficialmente la AdP. De pronto mi emoción se tornó en estupor al escuchar al entonces presidente Calderón de México, en medio de solemne discurso, referirse a la necesidad de proteger sus aguacates—palabra de origen náhuatl que significa palta o testículo. Sus palabras me hicieron pensar que se necesitará, efectivamente, mucha determinación para resistir la tentación proteccionista.


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