23.NOV Sábado, 2024
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Opinión

A principios de semana fuimos testigos de un anuncio insólito.

Alfonso Baella Herrera,Uso de la palabra
Comunicador

A principios de semana fuimos testigos de un anuncio insólito. La ministra de Comercio Exterior y Turismo, Magali Silva Velarde-Álvarez, anunció junto al ministro Urresti la puesta en marcha del Corredor Turístico Preferencial Aeropuerto-Hospedajes-Aeropuerto. “Nuestro objetivo fundamental es la seguridad del turista. Por ello, el plan es establecer una ruta que facilite un desplazamiento más seguro por el Corredor Turístico Preferencial. Para ello se utilizará el patrullaje constante y la comunicación integrada de última generación”, sostuvo la titular del Mincetur.

La ministra entregó camionetas pick up al Ministerio del Interior, habló de una línea telefónica donde los turistas podrán llamar mientras se desplazan por el corredor, videos promocionales del corredor, banners informativos en el aeropuerto, en los hoteles, tarjetas que se entregarán a los visitantes, etc. Es decir, máxima difusión.

No conocemos de iniciativa similar en ciudades como París, Londres, New York, Roma, Madrid, Berlín o Seúl, que reciben decenas de millones de turistas anuales. Ocurre que delimitar una “zona segura” en las avenidas Faucett, La Marina, Pershing, Javier Prado Oeste, Paseo de la República y Benavides, y anunciarlo con la inocencia con que lo hace la ministra es reconocer implícitamente, con bombos y platillos, que todo lo demás es inseguro, peligroso y hasta terrorífico.

Pensar que solo en ese “corredor turístico preferencial” ocurren los peores atentados a los turistas es ignorar lo que está ocurriendo hoy en Lima. Peor aún, anunciarlo como se ha hecho es alertar a los delincuentes para que esperen a sus víctimas al final de este corredor. Implica también generar una verdadera sensación de inseguridad en los turistas que recibirán en los lobbys de sus hoteles y donde esté un colorido brochure de Promperú que explique dónde estarán “a salvo” –en un corredor– y dónde “a merced de la delincuencia” –en toda la ciudad–.

Nadie puede estar en desacuerdo con promover el turismo y la seguridad de nuestros visitantes, pero hay que hacerlo con prudencia y no revelando un plan de seguridad como si fuera un paquete turístico. No se resuelve un problema de seguridad –real, clamoroso y latente– haciendo ceremonias y pegándose a la “estrella” del momento como si la ministra quisiera ser parte de un circo donde lo que importa son los flashes, las cámaras de televisión y las microondas. Eso le resta seriedad y efectividad a su iniciativa.


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